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Alejandro Solalinde critica el papel actual de la Iglesia, pues dice que ésta se aferra al poder y al dinero, pero defiende la figura del papa Francisco; “es mi ídolo después de Jesús”, y confía en que el Sumo Pontífice cambiará la historia de la religión católica, con reformas que permitirán la apertura, además de continuar con el combate a la corrupción que ha alcanzado hasta al Vaticano, pero será un cambio lento, augura.

Su visión crítica, confiesa, lo ha acompañado siempre; revela que no se veía como un sacerdote de oficina, “vendiendo sacramentos y recibiendo a clientes” en lugar de atender a sus colegas, como le llama a los feligreses. Sin embargo, admite que vivía muy cómodo: tenía casa, auto, dinero para ropa de calidad y perfumes finos, aunque su voz interna no lo dejaba tranquilo, hasta que encontró en los migrantes su ministerio y es en esta tarea como quiere terminar sus días, sirviendo a los sin papeles.

Su camino al sacerdocio fue accidentado, pues estudió en un instituto secular conocido entre miembros del clero como refugium pecatorio (refugio de pecadores), pero siempre estuvo seguro de su vocación; antes de empezar en el seminario, terminó con su novia y ya ordenado rompió el voto de celibato, norma con la que no está de acuerdo, “pues debería ser opcional”, aunque señala que no volvería a tener relaciones sexuales.

Solalinde lo mismo habla de política que de la Iglesia o de su vida personal y entrelaza la entrevista con EL UNIVERSAL, con reuniones para resolver la operatividad del albergue Hermanos en el Camino, que se ubica en Ixtepec, Oaxaca, donde vive.

¿Tiene futuro la Iglesia?

—La religión es un producto humano y es mutante, es la forma como el hombre le habla a Dios, es un lenguaje antropológico, cultural, humano. La fe es otra cosa; la fe es la virtud teologal mediante la cual podemos responder a Dios con actos, con obediencia, la religión reza, le habla a Dios como quiere y quién sabe si oiga Dios; la fe es oír a Dios y obedecer lo que él nos dice, por eso una persona puede rezar y estar muy independiente de su compromiso social, político.

¿Por qué creer en Dios?

—Creo en Dios porque existe, porque está vivo, casi lo puedo tocar.

La gente ha perdido la fe en la Iglesia, ¿por qué debe creer en Dios?

—Bueno, una cosa es creer en la Iglesia y otra cosa es Dios. Jesús es una cosa, su iglesia somos otra, porque la Iglesia es el elemento humano donde hemos fallado, pero Jesús no. Él pensó en seguidores, hombres y mujeres, porque los preparó discípulos y discípulas y finalmente a Magdalena la hizo apóstola también (...) pero fallamos; no podemos probar la existencia científica de Dios, entonces sólo se le acepta o se le rechaza por la fe.

Y si Jesús hizo apóstola a Magdalena, ¿por qué la Iglesia no la ha reconocido?

—María Magdalena no era ninguna prostituta, era una lideraza que le costó mucho trabajo a Jesús convencerla de que siguiera su camino, pero por qué no la siguieron, porque eran machistas, no le creyeron. (...) La mujer no fue bien recibida, una vez que Jesús murió y resucitó empiezan las rivalidades, posiblemente de Pedro que era la autoridad con María Magdalena, que era muy probablemente una mujer preparada. Pedrito era carismático, era muy generoso, pero era analfabeta, lo más seguro era que no haya sabido leer y escribir y María Magdalena sí, pero era una mujer. (...) Jesús la presenta como igual.

¿No debería ser tema de debate en el Vaticano?

—Teológico, sí.

¿Qué piensa del Papa actual?

—Es mi ídolo, después de Jesús, él tiene mucho mérito. Yo había admirado mucho a Juan XXIII, a Pablo VI, pero a ellos no les tocó vivir años de tanta corrupción en la Iglesia como a Benedicto XVI y a Francisco, entonces yo lo digo así, con mucho cariño para Benedicto XVI, que no pudo hacer eso, le sobrepasaba toda la corrupción y el prefirió renunciar, pero dejó la puerta abierta a otro.

Puedo decir que por primera vez en la historia de la Iglesia, dos papas, uno en funciones y otro emérito, pueden gobernar para bien de la Iglesia católica, lo que están haciendo es un equipo maravilloso y están dándose fuerza uno al otro y gracias a eso Francisco ha podido limpiar, primero las finanzas del Vaticano, que eran una cosa asquerosa, y después correr a muchos corruptos de la curia.

De ahí se van a sentar las bases para un cambio irreversible, que la Iglesia vuelva a hacer eso, para eso tiene que dejar el dinero, tiene que dejar el poder. Yo creo que no estamos lejos en que vengan cambios como éste, que el Papa vaya buscando subsedes en los continentes, preparando el camino para papas jóvenes, con más energía, y será una Iglesia mixta; el celibato debe ser opcional, no tendría que ser a fuerza y también las mujeres en algún momento van a entrar en la Iglesia y habrá una gran apertura.

El papa Francisco ha promovido cambios, pero parecieran más cosméticos que de fondo...

—Lo que pasa es que no se pueden hacer los cambios tan rápido (...) Hay que respetar los procesos, la Iglesia no es un monolito que se mueva en bloque, un día me dijo alguien: “Están unos aquí, otros atrás, otros acá, el chiste es que no se muevan éstos dejando a otros atrás, el chiste es que se mueva todo en bloque.

¿Qué falta para que sean cambios de fondo?, aún siguen impunes casos de curas pederastas...

—No, ya hizo algo la fiscalía para juzgar. Ya puso en el banquillo de los acusados no a un obispo o a un arzobispo, puso a un nuncio apostólico, o sea, a alguien del Vaticano, un representante del Papa, y que era pederasta en República Dominicana, y que huyó.

¿Será el parteaguas para ver qué tan de fondo son las reformas?

—Así va a ser, y está haciendo muchos cambios. Lo primero, algo que yo valoro mucho, es que el Papa hizo una autocrítica, que yo en todos mis años de crítico no he hecho. Yo he dicho “hay corrupción en la Iglesia, hay papas corruptos”, pero decir tanto así como que la lepra de la Iglesia católica es la curia romana y cosas así, no.

¿En México existe corrupción?

—Claro que sí, por supuesto.

¿En dónde la observa?

—No quiero señalar a nadie, pero donde hay poder y dinero, hay corrupción; Jesús fue muy claro en decir “mi reino no es de este mundo”, no pensó que la Iglesia fuera a hacer su propio reinado, de poder y dinero en nombre de Él, a costa de Él, y obviamente a costa de los pobres.

¿Cuáles son los retos que enfrenta el papa Francisco?

—Primero, sobrevivir, porque lo pueden matar, y luego encontrar sensibilidad en el equipo cercano a él, y que el equipo sea congruente. Voy a señalar un solo caso, el caso del cardenal que es coordinador de coordinadores del Papa, es Óscar Rodríguez Madariaga, el cardenal arzobispo de Honduras, un país muy pobre, un cardenal que ha estado viajando todo el tiempo, le gusta mucho ir a Roma, le gusta estar entre la gente más rica, sus amigos son los más ricos de Honduras, nunca se ha preocupado por los pobres, entonces yo me pregunto cómo va a asesorar al Papa.

¿La Iglesia debería aceptar a los matrimonios entre personas del mismo sexo?

—Jesucristo habla de seres humanos, en el Evangelio, Jesucristo no dice “tú sí y tú no”, si en el Evangelio hubiera dicho que unos sí y otros no, me quedaría claro, ya sabríamos a qué tirarle. Jesús habla de los seres humanos, no hay que olvidar que estamos en evolución, son personas y mientras sean personas se aplica a todos los derechos humanos.

¿Qué piensa del aborto?

—Es una decisión personal primero, una responsabilidad de conciencia, cada persona tiene la responsabilidad, el personal médico igual, el personal médico está para salvar la vida, las personas también, cuando es un mal menor tienen que elegir, también hay veces que tienen que elegir entre la mamá y el bebé, pero falta también mucha educación, yo creo que se pueden evitar muchos abortos si hay educación, si hay planeación.

Usted ha admitido que ha roto el celibato...

—Claro, gracias a Dios.

¿Tuvo consecuencias?

—Unas consecuencias muy benéficas para humanizarme, para entender a las familias, para entender a la mujer, yo no había tenido relaciones sexuales, fue como tres años después de ordenado y yo le decía mucho a Jesús, platicado con él como mi amigo, le decía: “Oye, a ver, tú me dijiste está bien, pero yo cómo voy a entender lo que es un matrimonio, lo que es una mujer, lo que es una familia, si yo no tengo relaciones”, y no lo busqué hasta que un día sucedió, se dio en forma natural, muy hermosamente. Yo quería a esta muchacha, pero no la amaba, y ese fue el problema. Ella me ayudó mucho para tener una ética, por ejemplo, nunca hacer a un lado el ministerio (...) Después tuvimos que decidir (...) Me reafirmó mi fe.

Narra que tras dos años de relación rompió con la joven, hecho que no tuvo repercusiones a nivel eclesiástico, porque nunca lo confesó, pues sólo revela lo que le causa conflicto de conciencia y ese no fue el caso.

Dice que tras esa decisión pudo conocer el sufrimiento de los migrantes, un día que acudió a Oaxaca, donde observó la indiferencia del gobierno y de los representantes de la Iglesia y comprendió que ahí estaba su vocación, por lo que optó por este camino, que ahora es su motivo de vida.

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