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Empalme.— Entre lágrimas y risas, la campesina Silvia Campos Nazario cargó a su hijo Ángel Jesús, de seis meses, luego de que la Subprocuraduría de la Defensa del Menor se lo quitó por presunto abandono en un hospital y se lo entregó en custodia a un matrimonio postulante de adopción.

Esta joven de 21 años es el rostro de la miseria, esa en la que viven miles de jornaleras que se ven obligadas a migrar de campo en campo en la búsqueda del sustento diario.

Tenía días de haber llegado a los campos agrícolas de esta ciudad, venía de Izúcar de Matamoros, Puebla, con sus dos hijos: una niña de dos años y su bebé de cuatro meses. Con suerte entró a trabajar al Campo 11, en el corte de la uva.

Las condiciones del viaje y las altas temperaturas provocaron deshidratación y desnutrición severa en su pequeño, quien fue internado por su abuela Josefa Nazario Morales, en el Hospital Semeson de Guaymas,

“La enfermera me corrió, me dijo que no tenía que estar ahí y yo me regresé al campo”, dijo la abuela del menor, de 47 años.

Silvia acababa de entrar a trabajar esa semana y se vio en el predicamento de ir al hospital, donde le habían dicho a su madre que no se podía quedar o trabajar para darle de comer a su otra hija.

Fueron noches de angustia, de no poder dormir, pero no podía faltar a trabajar porque mi hija tenía que comer, sólo quería saber que mi hijo estaba bien, con muchos sacrificios fui tres veces en una semana al hospital; ahora ellos dicen que no es verdad.

A los tres días ya estaba una pareja cuidándolo, y sólo me miraban, no me decían nada, luego cuando lo dieron de alta no me lo entregaron, se lo dieron a ellos.

Según documentos que mostró la Subprocuraduría del DIF en este municipio, el niño Ángel Jesús ingresó al hospital el 8 de julio, al día siguiente, el sanatorio notificó a la Subprocuraduría que el niño fue abandonado, fue el día 17 de ese mismo mes cuando lo dieron de alta y la institución lo puso en custodia de padres sustitutos, a pesar de que reconoció que la madre lo visitó al menos en dos ocasiones.

Luego de que EL UNIVERSAL difundió el 28 de agosto la realidad de Silvia y sus intentos por recuperar a su hijo, su caso fue seguido de por la opinión pública, en virtud de que en paralelo, el procurador de Justicia en el estado, Carlos Navarro Sugich, dio a conocer la existencia de una red de tráfico y venta de niños recién nacidos, cuya cabeza es justamente el ex coordinador de la Línea Protege del DIF Sonora.

Luego de dos meses de buscar que le regresaran a su hijo, Silvia llegó a las 9:45 horas a la Subprocuraduría de Empalme, donde cursa la escuela para padres. La cita era a las 10:00.

Estaba nerviosa, con la frente sudada y se le observaba una respiración agitada, a pesar de que buscaba disimular, parecía que sus ojos se le saltarían de un momento a otro.

“En dos ocasiones me dijo —la subprocuradora de la Defensa del Menor, María del Rosario León Bobadilla— que me lo iba a entregar , y no me lo da; yo tengo que trabajar, no gano completo, nos hace falta ese dinero; no quiero decir todo lo que me ha pasado por querer recuperar a mi niño, pero me han visto y me han tratado de menos”. Silvia se refirió a comentarios discriminatorios a su persona por parte del personal del DIF.

Alrededor de las 12:30 horas, una trabajadora social del albergue conocido como El Rancho del Niño, entró con el bebé en los brazos.

Silvia exclamó: ¡No lo puedo creer!, luego dijo estar feliz por tenerlo de nuevo, pues creía haberlo perdido.

El niño se lo entregaron en custodia temporal a su madre Josefa Nazario Morales, en tanto ella termina la escuela para padres en una semana.

Ahí estaba Carmen Elvira Rangel Carrillo, coordinadora de Asistencia Social de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos (CEDH), institución que tomó la publicación de EL UNIVERSAL como denuncia.

Durante el trayecto a La Atravesada, la zona rural donde vive, Silvia no cesaba de besar a su bebé. Está hermoso, doy gracias a ese matrimonio que lo cuidó, no puedo sentir nada malo porque también lo quisieron, dijo.

Durante el viaje, pensaba en voz alta: “Mi niño será abogado y mi niña será arquitecta”, luego se dio cuenta de que estaba hablando. Se rió y expresó: “¡Cómo sueño!, ¿verdad?”.

Silvia recogió a su hija en la casa donde la cuidan mientras trabaja, y le dijo: “Dayana, mira quién está con nosotras”. La niña que apenas pronuncia palabras se le acercó a darle un beso y sonriente dijo: “Antel”.

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