Anoche, el Tribunal de Justicia de Baja California dictó auto de formal prisión contra Anastasia Lechtchenko por el homicidio de su madre Yuliya y su hermana Valeria; según su confesión, las mató porque eran “brujas”.

A las seis de la tarde, la defensa de la joven abandonó el penal a toda prisa. Gabriel Celestino, su abogado, aseguró, minutos antes del anuncio del tribunal, que su clienta saldría en libertad. Sin embargo, al enterarse del fallo, dijo que había olvidado su cédula profesional. Y no regresó.

Según el Código Penal para el estado el que dolósamente prive de la vida a cualquier ascendiente o descendiente consanguíneo, en línea directa, se le impondrá una pena de 20 a 50 años de prisión.

La joven tiene 19 años, es originaria de San Luis Potosí y concluyó el quinto semestre de la preparatoria. Su Padre Igor Lechtchenko dijo que Anastasia había escapado varias veces de su casa, la habían ingresado en un centro de rehabilitación y reportada como desaparecida varias veces.

Según la declaración ministerial de sus amigas, ésta les contó que había asesinado a su madre y hermana y que mataría a su padre y cuando lo lograra, se suicidaría.

Sin embargo, la policía la detuvo antes de hacerlo. Ella sostuvo, hasta ayer, que no cometió el asesinato y que fue torturada para testificar.

“No queríamos decir esto, pero el juez Quinto de lo Penal giró instrucciones al director de Averiguaciones Previas para que se le integre una denuncia penal por el delito de tortura, abuso de autoridad, sexual y lo que resulte en contra de la Policía Ministerial, los cuales cumplimentaron una orden de investigación”, sostuvo la defensa hasta el final.

Sin embargo, el juzgado quinto penal determinó que existían pruebas suficientes para iniciar formalmente el proceso en su contra.

Recuerdos. EL UNIVERSAL realizó ayer un recorrido por la que fue la casa de las Lechtchenko. En el sillón quedó la ropa de Yuliya y un oso de peluche de Valeria. En un librero hay una matrioska y una fotografía de la pareja de ex acróbatas, de la mano y con trajes ajustados.

La casa huele a humedad a pesar de que quedó abierta una ventana y hay un foco encendido en una de las dos habitaciones. En la barra que divide la sala de la cocina, y donde presuntamente Anastasia las desmembró, quedó un jarrón con flores secas y una caja con bolsas para basura.

Don Arturo, quien arrenda un local frente a la casa, dice que nadie volverá a rentarla: “Quién va a querer vivir en ese lugar”.

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