“Mírate, sigues presa en ese sótano con ellos”, grita el abogado Gerardo a su esposa Paulina, quien pistola en mano debate sobre lo que es justicia y venganza, mientras en otra parte de la casa está atado a una silla el doctor Roberto, el hombre que ella asegura la torturó hace 15 años atrás.

Esta es una de las escenas de mayor intensidad de la obra La muerte y la doncella, de Ariel Dorfman, y que fue magistralmente interpretada la noche de viernes por Arcelia Ramírez, Daniel Martínez y Arturo Ríos, en su estreno en el Foro Shakespeare, logrando que el público los hiciera regresar al escenario en dos ocasiones por los aplausos que recibieron.

“Creo que la obra plantea la justicia, demanda de alguna manera el personaje de Arcelia justicia, y con toda razón, pero lo más difícil en la sociedad es obtenerla, es parcial y nunca deja satisfechos a los deudos, la justicia y la verdad son cosas muy complicadas de responder”, dijo Arturo Ríos, quien da vida al médico y posible torturador.

Arcelia señaló que también se puntualiza en este montaje sobre la importancia del testimonio, como un primer paso para sanar las heridas emocionales, “es fundamental que el otro lo diga, lo acepte, se arrepienta, repare un poco, es un camino para poder recuperar el cuerpo, el ser”.

Aunque la obra trata de la injusticia que se vive por un mal gobierno, también aborda la relación de pareja y el amor que hay entre Paulina (Arcelia Ramírez) y Gerardo (Daniel Martínez).

“Es una metáfora, Paulina no está casada con un arquitecto, está casada con un abogado y en ese sentido, si vemos en nuestros personajes lo que representan, Paulina representa a las víctimas y Gerardo a la justicia, es poner a dialogar a estas dos figuras y que tendrían que ir totalmente de la mano, en un plano íntimo refleja lo que debería suceder socialmente en un país”, dijo Arcelia. En ese sentido estuvo de acuerdo la directora Lorena Maza: “En esta obra hay un país metido en una casa, lo más interesante de esta puesta en escena es la tensión entre el drama personal y el drama de un país, son espejo uno de otro”.

Maza comentó que la obra deja muchas preguntas sin resolver, pero eso forma parte de la reflexión que el autor invita hacer, además de que pese al contexto de la historia, no es una obra política pero que va muy bien con nuestra realidad.

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