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”Nosotros ya cumplimos. Ahora que se haga cargo totalmente el Estado”. Así, sin vueltas ni artilugios, el titular del Centro de Estudios Gardelianos (CEG), Enrique Espina Rawson, comunicará en los próximos días a las autoridades la decisión de deslindarse de la responsabilidad de la custodia del mausoleo de Carlos Gardel, de cuya trágica muerte se cumplieron ayer 82 años.

El CEG bregó durante décadas por el cuidado del mausoleo, que se construyó hace 80 años en el cementerio de la Chacarita; en 2006 logró su reconocimiento (por decreto presidencial) como “sepulcro histórico nacional” y dos años más tarde le fue delegada la conservación, mantenimiento, cuidado y limpieza de la sepultura por una resolución de ministerio de Ambiente y espacio público.

“Gracias al aporte de una cámara empresaria en 2008 pusimos en valor el mausoleo y con ayuda del gobierno porteño el año pasado se volvieron a hacer tareas de mantenimiento luego de detectarse problemas de humedad a raíz de las fuertes tormentas”, explica Espina.

En una visita al panteón días pasados el periodista y autor de Disparen contra Gardel, entre otros libros, constató nuevos descascarmientos de la pintura en el interior de la bóveda. “Esta tumba requiere mantenimiento constante porque está bajo tierra y la humedad trabaja permanentemente. Acá no hay nada eterno”, dijo quizá influenciado por las placas colocadas por la madre y otros familiares del cantor de tango de mayor fama en el mundo, en las que declaran dolor y pesar eterno por su repentino final.

Ubicado en el cruce de las calles 33 y 6 del Cementerio, el mausoleo de Gardel no es fácil de encontrar.

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