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Puede no creerse en fantasmas o espíritus malignos pero, cuando se trabaja en una película al respecto, algunos quedan marcados mentalmente por un tiempo.

Así le pasó a Diana Bovio y Rolando Breme, protagonistas de La posesión de Altair que se estrenó esta semana y que fue filmada en el esquema found footage, que popularizó La bruja de Blair.

Situada en 1974, aborda lo descubierto en una pareja de recién casados desaparecida, gracias a unos rollos de ocho milímetros encontrados.

Antes de arrancar el rodaje, a ambos el director Víctor Dreyre les puso como dinámica escuchar una posesión real en un oscuro sótano, alumbrándose únicamente por una vela.

“Teníamos que bajar a buscar un Pinocho (muñeco) que aparece y esa vez yo sólo aguanté 45 segundos”, recuerda la actriz.

“Si era algo especial escuchar eso y estar ahí; por las noches me comenzó a dar miedo la oscuridad”, revela.

Breme tampoco se quedó atrás: entre la producción comenzó a decirse que algo los veía mientras dormían en la casa rentada para filmar.

“Me quedaba en una casa grande, de seis habitaciones y hubo dos días en los que dormido y despierto estaba inmerso en el terror, hubo uno en que me caché en una esquina porque sentía que algo me veía”, cuenta entre risas el actor, una vez superada la etapa.

La película La posesión de Altair se ha presentado en festivales de género como Sitges y en algunos internacionales como los de Málaga (España) y Mórbido, lugar último donde obtuvo un premio.

El origen. Todo comenzó, dice Dreyre, cuando encontró el video de la boda de sus papás en cinta de ocho milímetros, de la década de los 70.

Le dio miedo, recuerda, y entonces comenzó a imaginarse qué pasaría si algunos rollos de esa época fueran encontrados por alguien y observara algo en ellos.

Así arrancó la escritura de La posesión de Altair, su ópera prima.

“Por una parte me dio nostalgia por ver a mis padres jóvenes y el formato me daba algo de miedo, negros en el formato que hacen imaginarse cosas.

“Y dije si voy a una casa abandonada, encuentro unos rollos defectuosos, voy a mi casa y los pongo en el proyector y es la historia de una pareja como cualquiera”, señala.

El guión lo escribió en dos meses y se filmó en dos semanas.

Pero la posproducción requirió de tres años y medio.

¿La razón? Al usarse cámaras de ocho milímetros, el rollo no hace ruido especial al terminarse.

Tenían el material suficiente para tres tiros por toma con dos minutos y medio de duración.

“Cuando ya vi lo que tenía, eran 50 minutos y no podía estrenarse así, entonces hubo más que hacer y se iba mostrando a la gente, apuntando qué funcionaba y qué no”, detalla.

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