El español Joaquín Sabina cerró en Quito su gira latinoamericana con un “concierto teñido de melancolía”, como él mismo lo describió, en el que ofreció una amplia selección de sus poéticos temas y compartió con el público comentarios sobre momentos personales.

El Sabina de siempre fue recibido por un público que había “estudiado la lección”, como dijo el cantante, y que se mostró muy predispuesto a acompañarlo coreando sus letras desde el inicio del espectáculo.

Decenas de sombreros tipo bombín, como el que Sabina luce desde hace años sobre el escenario, salpicaban las gradas y el patio del Coliseo Rumiñahui en homenaje al artista, de 66 años, quien apareció sobre las tablas apoyándose en un bastón. Un tropiezo durante su reciente estancia en México, como parte de la gira “500 noches para una crisis”, le hizo tener que recurrir a ese elemento de apoyo. Pero no le obligó a guardar reposo, como le recomendaron, según reveló: “Queríamos cantar en Quito, ¡qué carajo!”, espetó al referirse a la capital ecuatoriana, donde el cantautor de Úbeda dice que le dan “boca a boca, buena vida”.

El público se entregó con entusiasmo a su interpretación en un estadio repleto de gente que ve en Sabina al poeta que sabe tocar el corazón. EFE

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