El tema del segundo debate era “México y el mundo”, pero los cuatro candidatos, el público y conductores lo centraron en el tema de la relación bilateral México-Estados Unidos, lo que tiene sin duda razones coyunturales, pero también de fondo o estratégicas para nuestro país. Asimismo es el tema de mayor interés en materia de política exterior para los mexicanos aquí y en EU, donde viven 35 millones de origen mexicano, indocumentados, residentes o residentes con doble nacionalidad.

Una de las primeras cuestiones a observar es que más allá de que cada candidato se considere ganador del segundo debate, lo que importa es cómo fueron percibidos, considerando el enorme peso de la imagen en un debate televisado, pero también el interés ciudadano en la perspectiva política que plantea para abordar la difícil y compleja relación de México con EU. ¿Quién suma, quién pierde, quién se administra y se mantiene? Una cuestión no menor es que por primera vez el formato del debate permitió a los candidatos moverse entre ellos y ver al público. Si bien es una primicia en los debates de candidatos presidenciales en México, la desaprovecharon quienes la utilizaron para agredir u hostigar a otros candidatos, tal fue el caso de El Bronco y de Anaya, ambos atacando a López Obrador o a Meade, lo que no los favoreció.

José Antonio Meade fue el único que articuló una política hacia Estados Unidos en tiempos de Trump, poniendo en el centro la migración en defensa de los mexicanos en EU, de los Dreamers. Meade se refirió también al comercio, defendiendo a México como un país abierto al mundo, abordando la problemática del Tratado de Libre Comercio en medio de una negociación tortuosa y amenazante que aún no concluye y de la diversificación comercial y de las armas, a través de varias respuestas, se movió con facilidad en el escenario, veía la cámara y se dirigía al público. Se refirió a una política firme de defensa frente al racismo revivido del presidente de EU.

Meade mostró una imagen crecida y distinta a la del primer debate. Fue el que mejor concretó y desarrolló sus propuestas. En general la reacción frente a Trump fue mesurada por parte de los cuatro candidatos, Meade se mostró firme sin ser agresivo ante el nivel que ha alcanzado Trump cuando hace días llamó a los inmigrantes “animales”. En el centró colocó la defensa de los mexicanos en Estados Unidos, porque dijo cada insulto contra ellos los pone en mayor peligro. Se refirió también a una política con protocolo y tecnología para impedir la llegada de armas a México a través de las aduanas fronterizas, descartó que el único problema sea la violencia del crimen organizado a través del narcotráfico, porque también se vincula con la trata de personas, el robo, la extorsión.

A López Obrador se le percibió cerrado durante las dos horas que duró el debate, pero se administró sin desarrollar ideas, proyectos, políticas importantes para la relación con Estados Unidos; se le vio tenso y poco articulado, sin respuestas rápidas y desarrolladas, hizo malos chistes para atacar fundamentalmente a Anaya en ciertos momentos. Se limitó a algunas frases en defensa de los migrantes y de los mexicanos en Estados Unidos. Su principal resorte fue estar a la defensiva. Habló muy poco, se le vio rígido. Respecto al tema del debate no se le vió preparado e insistió en que es posible entenderse con Trump, no dijo cómo.

Ricardo Anaya se sentía dueño del escenario aunque no ofreció ni ideas ni políticas bien desarrolladas, recurrió a algunos lugares comunes y a no pocos ataques a López Obrador y a Meade, le falta estatura política. José Antonio Meade fue el más articulado, el que planteó políticas que al sumarlas en las distintas respuestas ofrecen proyecto político en la relación de México con Estados Unidos en tiempos de Trump y con América Latina fundamentalmente. Carente de ideas políticas consolidadas su desempeño escénico no le alcanzó. ¿No tiene brújula política su embarcación?

Salirse de los objetivos del debate político del más alto nivel con ataques personales al adversario lo único que muestra, como lo hizo El Bronco, es ausencia de ideas o pequeñez de personalidad para imponerse como el mejor candidato, que por cierto no siempre sería el mejor presidente. Nuestra historia política lo ha mostrado en más de una ocasión.

Los debates sirven, fundamentalmente, para una discusión de fondo, de propuestas, de políticas de los distintos candidatos. Sirven también para contrastar políticas y capacidad de liderazgo. Los debates no muestran el resultado electoral.

Periodista, analista internacional

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