Hace días estuve en la ciudad de Londres en un panel organizado por el Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC en inglés), en el que participé en la discusión sobre algunos de los retos que enfrenta el sector turismo a nivel mundial y en general sobre el futuro de la industria.

Una de las conclusiones fundamentales de este encuentro fue que el crecimiento futuro del turismo dependerá de que sepamos diversificar la oferta, de hacerla sustentable y, ante todo, de que nos aseguremos que las comunidades receptoras resulten las principales beneficiarias de la actividad.

En México estamos conscientes que debemos llevar el turismo como actividad económica preponderante a más partes de la República, aprovechando nuestra gran diversidad cultural y natural. Por ello, durante la administración del presidente Peña Nieto hemos continuado con los esfuerzos para diversificar nuestro exitoso modelo de sol y playa, fomentando la vocación turística de muchos otros destinos.

Pueblos Mágicos es un mecanismo que hemos creado en México para avanzar en ese sentido, y que ha sido clave para llevar desarrollo a 111 comunidades de tamaño medio y pequeño a lo largo del país.

Por ello, al tiempo en que sean publicadas estas líneas me encontraré en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, para celebrar la 4ta edición de la Feria Nacional de Pueblos Mágicos, un evento clave para involucrar a todos los participantes de este programa en una discusión que permita fortalecerlo y magnificar sus efectos positivos.

El modelo de Pueblos Mágicos permite que sobre la base de algún atractivo turístico, y con la asesoría, inversión y supervisión del gobierno federal, los pueblos y ciudades inscritos atraigan inversiones, derrama económica, empleos, servicios básicos y, en general, mejores oportunidades y condiciones de vida para sus habitantes.

De 2013 a 2017 la Sectur ha invertido junto con los estados más de 3 mil millones de pesos para mejorar la infraestructura de los 111 Pueblos Mágicos, en los cuales estimamos que viven más de 6 millones de personas que gozan de una mejor provisión de servicios básicos que el promedio del país, y que en conjunto tienen una mayor aportación al PIB que algunos estados.

Muchas historias de éxito han aparecido en cada una de estas poblaciones. Un caso notable es el de de Viesca, en Coahuila, donde su incorporación al Programa permitió a esta pequeña ciudad cambiar su vocación de la agricultura al turismo, prácticamente salvándola de convertirse en un pueblo fantasma; lejos de eso hoy es de los Pueblos Mágicos mejor comunicados, con un nuevo libramiento carretero y 58 corridas diarias de autobús.

También están las historias personales, como la de Mariano Ceja, de Tequila, Jalisco, un prestador de servicios turísticos local a quien el flujo constante de visitantes le dio la certidumbre necesaria para invertir en un singular camión en forma de botella de tequila, en el cual da recorridos turísticos y hoy es un ícono del lugar.

En lugares como Valle de Bravo, Estado de México, las características del entorno natural y una masa crítica de visitantes incentivada por su exposición como Pueblo Mágico, han permitido que se desarrolle toda una comunidad local de turismo de aventura en diferentes especialidades, creándose nuevas fuentes de empleo y sustento para sus habitantes.

La intención es que estas historias sigan multiplicándose y para ello necesitamos que el Programa vaya evolucionando y actualizándose. Por primera vez en esta feria una alianza con un medio de pago permitirá a los expositores usar su celular como terminal punto de venta, permitiendo la comercialización directa de paquetes en cada uno de los 111 stands.

Más allá de la posibilidad de incrementar las ventas en 30 por ciento con relación al año pasado, esta feria es una oportunidad para que los expositores muestren sus innovaciones, atraigan más turismo y con ello sigan generando oportunidades para más mexicanos. Los invito a estar pendientes de su desarrollo.

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