De acuerdo con una encuesta que realizó Bank of America Merill Lynch, el ánimo de los inversionistas sobre México se torna cada vez más negativo, ya que en la edición de febrero casi el 70% de ellos considera que el país perderá su grado de inversión tan pronto como el próximo año, comparado con un 40% que pensaba lo mismo en la encuesta de enero.

El deterioro en la confianza de los inversionistas se debió al recorte de dos escalones a BB- en la calificación crediticia de Pemex a finales del mes pasado por parte de la agencia Fitch Ratings. Esta baja se dio un día después de que se presentara un plan para aligerar la carga fiscal de la paraestatal.

Actualmente, el diferencial de los bonos mexicanos en dólares con relación a las notas del tesoro de Estados Unidos (el Embi+ o riesgo país), es más elevado con relación a países que tienen calificaciones crediticias más bajas. Esto significa que a México le sale más caro financiarse a pesar de tener un mejor perfil crediticio.

El riesgo país es la tasa de interés adicional que pagan los bonos de un determinado país por arriba de la tasa que paga un bono de deuda de los Estados Unidos. Se asume que prestarle a Estados Unidos no tiene casi riesgo y por eso se le pone una sobre tasa a los países de acuerdo con la percepción de su riesgo. Debido a que no hay riesgo cambiario porque ambos bonos se emiten en dólares, el riesgo que queda es el de incumplimiento de pago, así, entre mayor sea la probabilidad de incumplimiento, mayor será la tasa de interés que se tenga que pagar con relación a la tasa de los bonos estadounidenses.

A manera de ejemplo, el riesgo país de México ha sido menor que el de Brasil durante los últimos cinco años, y en lo que va del 2019 esta situación se revirtió. Actualmente, el riesgo país de México medido por el Embi+ es de 322 puntos base, mientras que el de Brasil es de 245 puntos base. Lo anterior, a pesar de que la deuda soberana de Brasil no cuenta con grado de inversión.

Se debe precisar que el repunte más fuerte en el riesgo país mexicano viene desde que se canceló el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM). Nadie anticipaba que eso fuera posible. De hecho, las encuestas entre instituciones financieras señalaban de manera unánime que la cancelación del NAIM no podría ocurrir por considerar que esa decisión carecía de racionalidad, pero ocurrió. Tirar dinero sin justificación y vulnerar contratos legalmente otorgados por razones políticas hizo que se empezara a analizar al gobierno de México con más cuidado.

Por otra parte, en el momento en que todo el mundo se está moviendo hacia las energías renovables, el gobierno actual le apuesta otra vez al petróleo. Justamente la apuesta que quebró al país a principios de los ochenta. Esto manda la señal de que las finanzas públicas se pondrán en juego con tal de cumplir una visión ideológica alejada del mundo actual, por lo que Pemex podría volver a quebrar al país.

Por ello, la comunidad de inversionistas percibe que el gobierno no cuenta con un programa coherente para generar crecimiento y desarrollo. Sin embargo, si se le percibe como a alguien dispuesto a gastar todo con tal de afianzar clientelas electorales en deterioro de las finanzas públicas.

Lo anterior está influyendo en la visión de que prestarle a México es cada vez más riesgoso y sólo le prestarán si reciben un mayor rendimiento por su apuesta, es decir, una mayor tasa de interés.

Para ponerlo en contexto, la primera vez que la calificadora Standard and Poor’s (S&P) le asignó grado de inversión a México fue en 2002, 10 años después de que S&P le asignara la primera nota crediticia al país en 1992. Tuvieron que pasar otros 12 años para que la calificadora Moody’s le otorgara al país una nota crediticia de A3 en 2014, lo que significa una alta calidad crediticia, por lo que un numero reducido de países, en su gran mayoría desarrollados, se encuentra en esta escala de calificaciones.

Si bien el principal enfoque de una agencia calificadora es la evolución y perspectiva sobre la razón de deuda pública (la deuda gubernamental dividida entre el PIB), las calificadoras también toman en cuenta variables estructurales como el marco institucional o el respeto al Estado de Derecho.

A México le tomó décadas recobrar la confianza de los inversionistas después de las crisis financieras de los ochenta y mediados de los noventa. Esto se logró a través de profundas reformas que se orientaron a disminuir la dependencia del país al financiamiento externo y a la renta petrolera. También, se requirió del diseño de instituciones independientes como el Banco de México y un marco legal como la Ley de Responsabilidad Hacendaria para evitar el crecimiento descontrolado de la deuda pública.

Todos estos esfuerzos palidecerían ante la amenaza de que el país pierda su grado de inversión, lo que podría suceder entre 2019 o 2020 según la más reciente encuesta de Bank of America.

Cabe recordar que si México pierde el grado de inversión, muchos inversionistas tendrían que retirar sus posiciones del país y no podrán comprar deuda mexicana, ya que su mandato les prohíbe comprar o tener deuda que carezca de grado de inversión. Esto encarecería más el financiamiento del gobierno mexicano y tendríamos que lidiar con un perfil de inversionista más especulativo, lo que además elevaría la volatilidad en los mercados.

No se puede descartar el escenario en que nadie este dispuesto a prestarle al gobierno mexicano ante la percepción de que no tendrá recursos para hacer frente a sus compromisos, y poco importará que las tasas de interés alcancen niveles estratosféricos.

Esto no sólo le costará al gobierno, sino a todos los mexicanos: a las empresas que piden dinero prestado para crecer, a las jóvenes parejas que piden financiamiento para una hipoteca o un nuevo coche y a todos los que tengan una tarjeta de crédito.

Aumentar el riesgo país es empobrecer a México, poner en riesgo su estabilidad y volver a las épocas de crisis recurrentes que no conocen las generaciones más jóvenes. No basta tener estabilidad en un país para que su economía crezca y la población mejore su nivel de vida, pero sin estabilidad esta tarea es simplemente imposible.

Si bien enfrentamos enormes retos y rezagos, se deben reconocer las cosas que se han hecho bien en México. Nos costó décadas y mucho esfuerzo consolidarnos como un destino confiable para la inversión, se vale ajustar el rumbo para evitar perder esta confianza.

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