En unas semanas tomará posesión como Presidente de la República el licenciado Andrés Manuel López Obrador. Al igual que millones de mexicanos, deseo que le vaya bien al próximo gobierno para que le vaya bien a México.

Asimismo, en próximos días iniciará una consulta para decidir si se continúa o no con la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México. Dada la trascendencia de esta decisión, quisiera compartir algunas reflexiones que espero ayuden a tomar la mejor decisión para ti, tu familia y nuestro país, que es la casa de todos los mexicanos.

Hago estos comentarios como un mexicano más, preocupado por mi país, sin ningún interés personal o de grupo. Pero también lo hago desde mi posición como secretario de Turismo, la cual me ha permitido entender y concluir que para que el sector siga creciendo necesitamos este nuevo aeropuerto.

En los últimos cinco años pasamos de recibir 23.4 millones de turistas internacionales a 39.3 millones en 2017. Esto nos permitió pasar del quinceavo lugar a ser el sexto país más visitado del mundo.

Puesto que los turistas vía aérea son los que más gastan y representan 80% de todas las divisas turísticas que ingresan al país, pasamos de 12 mil 700 millones de dólares en 2012 a 21 mil 300 millones en 2017.

El número de mexicanos que viajan por avión dentro del país también se ha elevado. En 2012 fueron 28 millones de pasajeros en vuelos nacionales y en 2017 fueron 45.4 millones, 62% más, de los cuales una tercera parte tienen como destino el AICM. Con relación a los turistas internacionales pasaron de 14.5 a 22.9 millones en el mismo periodo y en 2017 34.6% llegaron al AICM.

Así, cancelar el NAIM no sólo limitaría el crecimiento de turistas, sino la derrama económica y empleos que generan. Lo mismo se puede decir del comercio internacional, al que el gobierno entrante ha tenido el acierto de apostar al apoyar la renovación del TLCAN. Con 60% de la carga aérea del país, el actual aeropuerto ya está saturado, y sin una mayor capacidad el potencial del nuevo tratado se verá limitado.

Además, el aeropuerto que se está construyendo es el resultado de estudios que iniciaron hace ya varias décadas, y que han realizado expertos en el tema durante varias administraciones; y que, en todos los casos, han concluido que es nuestra mejor alternativa.

El NAIM se encuentra a sólo cinco kilómetros del actual y en tierras federales, por lo que no se han tenido que hacer grandes compras de terrenos ni mucho menos expropiaciones.

Mientras que el aeropuerto actual tiene 700 hectáreas, el nuevo tiene alrededor de 5 mil, por lo que cabe un aeropuerto con seis pistas y capacidad de dar servicio a 120 millones de pasajeros en su etapa final. Esto quiere decir que no sería una solución parcial como otras que hoy se plantean, sino una solución definitiva y competitiva para los próximos 50 o más años.

Pero lo más importante es que este aeropuerto sería en sí mismo fuente de desarrollo, crecimiento económico y empleo para millones de mexicanos. Actualmente, la construcción del NAIM sostiene cerca de 50 mil empleos directos e indirectos, que llegarán a 160 mil durante toda la construcción; y cuando esté funcionando en toda su capacidad, se estima que generará casi medio millón de puestos de trabajo.

Por ello, lo más grave de cancelarlo sería el poner en la calle, y de un día para otro, a decenas de miles de trabajadores que ahí laboran y renunciar a cientos de miles de nuevos empleos que se generarán una vez operando.

Es pertinente aclarar que no existe un proyecto alterno que este bien fundamentado, ni en Santa Lucía ni en ningún otro emplazamiento. Lo que hay son ideas muy alejadas de lo que implica un verdadero proyecto.

Los organismos especializados e imparciales, nacionales e internacionales, han expresado que Santa Lucía no es viable, por lo que corremos un alto riesgo de que las organizaciones internacionales expertas en la materia no certifiquen el funcionamiento de Santa Lucía y el actual aeropuerto y eso provoque que muchas aerolíneas importantes se retiren de México.

De hecho estamos comparando un proyecto en marcha, viable, avalado por organismos especializados, contra una idea inacabada, en proceso de discusión y sin definición de costos y tiempos. En realidad sólo hay un proyecto. ¿Quién querría invertir en infraestructura en un país sabiendo que en cualquier momento pueden cancelar el proyecto? La confianza toma años en construirse, un segundo en destruirse y una eternidad en restablecerse.

En esta nueva época del conocimiento, la conectividad es clave. Para lograr un México justo, próspero y, sobre todo, incluyente, México necesita conectarse más con el mundo y consigo mismo; para lograrlo una herramienta fundamental es un aeropuerto de la envergadura y trascendencia del NAIM.


Secretario de Turismo

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