El 2009 fue el año de Twitter. En abril un conflicto postelectoral en Moldavia fue bautizado por algunos comentaristas como “la revolución de Twitter”. Meses más tarde, en junio, un conflicto similar estalló en Teherán y unos días después el Departamento de Estado estadounidense le solicitó a Twitter suspender su mantenimiento programado para permitir que dicha herramienta estuviera al alcance de los iraníes durante las protestas. No sorprende que el conflicto en Irán fuera bautizado nuevamente como una revolución twittera. La euforia fue tal que para final de año se rumoraba que Twitter sería nominado al Premio Nobel de la Paz. Sin embargo, a pesar de que el término “revolución de Twitter” fue muy exitoso entre los encabezados de periódicos y las pláticas de sobremesa, existen dudas genuinas sobre el alcance real de esta plataforma en los conflictos mencionados.

En un artículo publicado en el New Yorker, el escritor Malcolm Gladwell cuenta que todo pudo haber sido una gran sobrevaloración de medios ávidos de dar sentido a la tecnología y sus redes. Mientras que hay sospechas importantes de que el conflicto en Moldavia fue una farsa construida desde la cúpula del poder, el caso de Irán es aún más paradójico: muchas de las cuentas que supuestamente tuiteaban durante la revolución Iraní, lo hacían en inglés. Escribiendo en la revista Foreign Policy, la experta en Irán, Golnaz Esfandiari declaró que “lejos de ser una herramienta de la revolución en Irán en el último año, el internet, de muchas formas, sólo ha complicado el panorama”. Esta versión fue complementada por Mehdi Yahyanejad, quien maneja un blog en farsi en Los Ángeles. “El impacto de Twitter en Irán es cero. Aquí hay mucho ruido, pero cuando observas bien, te das cuenta que la mayoría son americanos hablando entre ellos mismos”. Y es que si la revolución estaba sucediendo en Irán, ¿por qué los twits venían en inglés?

La sobrevaloración del poder de las nuevas tecnologías suele ser un lugar común en el discurso público. El caso de Twitter es ejemplar porque es probablemente la red social más sobredimensionada en el campo de la política. A menudo, los analistas y los mismos políticos basan sus análisis en fenómenos que sólo suceden dentro de esta red, dándole un valor inmerecido a lo que ahí sucede. Ciertamente Twitter conglomera a mucho del círculo rojo mexicano e internacional, pero de la misma forma en que el mundo del círculo rojo ignora las cadenas alarmistas de Whats App, el mundo exterior suele ignorar sus andanzas en Twitter. Twitter sirve para informar, no necesariamente para transformar ni para entender la realidad o el estado de ánimo social. Sobredimensionar su penetración y su impacto ha creado una especie de astigmatismo digital en alguna parte de la comentocracia mexicana.

Un estudio de 2018 publicado por Hootsuite revela que Twitter tiene alrededor de 336 millones de cuentas activas en todo el mundo. Estas cifras colocan a Twitter muy lejos de redes como Facebook, Youtube, Whats App e Instagram, las cuales todas cuentan con arriba de mil millones de cuentas activas. Twitter también posee un desbalance interesante en el tipo de usuarios que atrae; de estas 336 millones de cuentas, el 64% pertenecen a hombres y el público más activo es el de hombres de 35 a 49 años de edad, que corresponde al 21% de su mercado, un rango de edad bastante mayor que el de Instagram y Facebook. En términos del porcentaje de audiencia para publicidad (el cual no está directamente correlacionado al número de cuentas activas), sólo el 2.8% del mercado de Twitter está en México.

En realidad el impacto que ha tenido Twitter en el panorama político mexicano viene justamente de su sobrevaloración; como los políticos y analistas han sobredimensionado su impacto, Twitter ha acabado por determinar y definir sus propias políticas, decisiones y análisis. Los analistas y políticos podrán seguir jactándose de sus debates, peleas y discusiones en la red, pero al final de cuentas nada de eso, por sí mismo, cambia la realidad. Es muy esperanzador decir que las redes sociales han transformado nuestra realidad, pero en muchos sentidos esa transformación sólo ha sido estética, en las formas de la política y no en su fondo. Aunque hay casos donde las redes han tenido impacto social, también hay muchos donde la posibilidad del impacto social ha sido suplantado por un gesto intrascendente en redes. Por lo pronto, como la revolución tuitera en Irán, la revolución tuitera en México es una farsa, la supuesta élite intelectual y política se observa en el espejo mientras que cree que cambia al mundo. Twitter es una herramienta de mucho valor, pero no la confundamos con la realidad y no creamos que ahí se ejerce el cambio.


Analista político. @emiliolezama

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