En un ensayo que aparece en la revista Harper’s, el escritor Christopher Bea hace un llamado a resistir la invasión de la política a todos los espacios de nuestra vida. “El objetivo último de disminuir nuestra atención política no es la apatía sino la creación de espacios autónomos para las experiencias espirituales, estéticas y sociales. Si el totalitarismo te preocupa, esta es la mejor forma de resistencia.” concluye. Lograr esto es cada vez más complicado.

Los medios de comunicación y el mundo de la política nos quieren hacer creer que vivimos dentro de un estado constante de crisis; la catástrofe está a la vuelta de la esquina. Esto ocasiona que la gente viva, consuma y actúe a través de emociones, no hay tiempo para pensar. La crisis perpetúa requiere de atención política perpetúa y esto permite a lo político avanzar sobre nuestras vidas; la sociedad occidental contemporánea demanda que los individuos se politizan o perezcan, que actúen o desaparezcan, que se unan al estado de crisis y permanezcan ahí, en guerra constante.

En México la llegada de AMLO a la presidencia ha creado un ecosistema que responde a estos impulsos. Todo se mide a través de tu posición política, si no la tienes no existes y si no es la adecuada no debes existir. Hay muchos que de manera simple ven esto como algo positivo, como ‘la concientización de la ciudadanía’. Lo que sucede es muy distinto; se construye un ambiente que solamente puede tener como interlocución el Estado, de una manera perversa, esto va empoderando al poder político, venga de donde venga.

La nueva retórica del poder, sea desde el gobierno o la oposición, minimiza todo aquello que carezca de fin político. El pensamiento y el arte solo valen la pena si hablan sobre el momento actual, si se posicionan en torno a algo o si buscan una trascendencia inmediata. El pensamiento, el arte y la cultura no tienen cabida en un mundo así pues necesitan justificar en esos términos su existencia. Esto no es ninguna casualidad; vivir al borde de la emocionalidad beneficia al poder político y al poder económico, pensar, reflexionar, teorizar, crear, son peligrosos para él.

La situación no es exclusiva de México, en su artículo de Harper’s, Christopher Beha hace una reflexión muy adecuada del mundo actual: “Nunca antes lo político en su definición más puntual, electoral, había saturado cada rincón de nuestras vidas; en nuestro camino al trabajo nos ponemos al corriente con las noticias, en nuestros escritorios procrastinamos twiteando, en las noches nos relajamos con los noticieros y las parodias políticas, que hacen de la noticia un chiste. Hemos llegado a esperar gestos políticos en eventos deportivos, ceremonias de premios artísticos y otros lugares donde antes eran raros. Analizamos cuidadosamente el comportamiento de actores, músicos y desarrolladores de tecnología para encontrarle sentido político, y consumimos de acuerdo a ello.”

Nadie está feliz con esta situación pero nadie es capaz de escapar porque el oprobio público caería sobre quien osara. Como la politización es promovida como “concientización”, el intentar salir te convierte en un disidente irresponsable que no asume su rol ciudadano-ético. Es evidente que lo político tiene un valor intrínseco, sobretodo para los grupos vulnerables o minoritarios que luchan por sus derechos, pero Beha concluye que nuestra obsesión con la política no parece haber mejorado demasiado el estado de las cosas, después de todo Donald Trump, Bolsonaro y otros han sido los mayores beneficiados de esta dinámica. El sistema de politización absoluta y de emocionalidad constante beneficia más a aquellos en el poder que a aquellos luchando por ser reconocidos por él o incluso en su contra. Es necesario participar en la política pero también no permitir que invada todos nuestros espacios.

Al final de su brillante ensayo, Cristopher Beha nos recuerda algo sumamente importante: “Las sociedades totalitarias se definen como lugares en los que todos los modos de vida están sometidas a lo político, en los cuales la relación más importante de cada ciudadano es con el Estado, es por ello que los gobiernos totalitarios arremeten contra toda asociación voluntaria.” Esta definición se asemeja al modelo hacia el que avanzan las sociedades contemporáneas que exigen que politicemos cada resquicio de nuestra vida. No todo tiene que ser político, no todo tiene que tener una justificación económica. Si el totalitarismo te preocupa, salir de la dinámica política, crear espacios de arte, espiritualidad, cultura e individualidad sin otro fin que ellos mismos, es una forma audaz de la resistencia.

Analista político.
@ emiliolezama

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses