Miles de mexicanos hemos conocido la existencia de pueblos y comunidades a través de la tragedia. En el país existe toda una nomenclatura asociada a tragedias humanitarias, criminales y sociales. De Atenco a Tlahuelilpan, cada uno de estos acontecimientos tiene una historia particular, violencia de estado, corrupción, crimen, pero todas comparten un trasfondo: la ausencia de Estado de derecho y la ausencia de institucionalidad.

Mucho se podrá hablar de las particularidades de lo sucedido en Tlahuelilpan, pero seguramente poco se hablará de lo que permite que estas tragedias sean un hecho recurrente en México. ¿Cómo se explica la existencia de una guardería sin extintores y al lado de una bodega llena de material incandescente? ¿Cómo se justifican las decenas de muertes en bodegas llenas de pólvora y cohetes cada año? ¿Cómo pueden 43 jóvenes ser asesinados a unos kilómetros de una base militar?

Las explicaciones individuales dan luz sobre casos de corrupción, incompetencia y desdén generalizado de las autoridades, pero el enfocarse en lo particular no permite contrarrestar un problema que es generalizado. La corrupción, el compadrazgo, el valemadrismo y la incompetencia no son exclusivos de un sector poblacional, más bien son características generales de la administración y la función pública y privada en México. Como no hay reglas parejas, ni quién las haga cumplir; como las autoridades públicas y privadas del país viven al margen de toda legalidad, en México cada esquina es una potencial tragedia a futuro.

Esto tiene uno de sus orígenes en la forma en cómo se administra el Estado. Las distintas administraciones federales han privilegiado el culto a la personalidad sobre la construcción de institucionalidad como método de gobierno. Cada nueva administración ha buscado que el sistema se adapte al presidente y no el presidente al sistema. No es cierto que los gobiernos en México no creen instituciones, cada nuevo sexenio aparecen y desaparecen decenas de instituciones, el problema es que en México se construyen instituciones pero no institucionalidad.

La institucionalidad significa estrategias, métodos, procesos y sistemas que funcionan independientemente de quien los maneje. Esto presupone que, a diferencia de la creación de instituciones, la institucionalidad toma tiempo, constancia y organización. Ninguna de estas son cualidades que gusten a los políticos mexicanos, por ello prefieren construir y deconstruir burocracias que crear estrategias y procesos. Los hechos sucedidos en Tlahuelilpan, Hidalgo, son una terrible consecuencia de este grave problema en todas sus formas y facetas. Revisemos:

a) La salvaguarda de infraestructura relacionada con el petróleo es un tema de seguridad nacional. Para ello existen instituciones encargadas de salvaguardar esta seguridad; el hecho de que no lo hayan podido hacer durante sexenios demuestra una debilidad institucional imperdonable en su tarea más básica. b) Los grupos criminales han podido expandir sus brazos a la gasolina porque no hay ninguna institución en el país con estrategias y sistemas de inteligencia que los haya podido detener. c) Miles de personas en México han optado por realizar actividades ilícitas porque no hay ninguna otra alternativa de vida en el país, es decir no hay vías institucionales para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. d) La impunidad generalizada en México vuelve mucho más atractivo y fácil el cometer actos ilícitos, pues no existe ninguna institución con voluntad, capacidad o legitimidad para impedirlo o castigarlo.

Finalmente, a pesar de todas estas omisiones que crearon el escenario perfecto para una tragedia, las imágenes de lo sucedido en Hidalgo muestran lo que pudo haber sido una última esperanza de evitar la pérdida humana: la presencia del ejército previo al accidente. La versión de las autoridades es que el ejército advirtió a la población pero no pudo hacer más por miedo a tener un enfrentamiento con la población. Esto resume el gran problema de institucionalidad en México: si existe miedo a un enfrentamiento es porque hay elementos en el pasado de la institución que lo hacen pensar posible. Si se decide no actuar para prevenir es porque no existen tampoco protocolos de qué se debe hacer en estos casos. Es decir, una vez agotadas todas las demás instituciones que debieron evitar que un accidente así fuera posible en México, la institución presente en el momento carece de institucionalidad para evitarlo.

Más allá de la corrupción individual y el crimen, la razón por la que en México se repiten y repiten tragedias de esta naturaleza es porque todas las administraciones han desechado la posibilidad de crear estrategias, métodos, protocolos y legitimidad en la construcción de procesos; es decir institucionalidad.

Analista político.
@emiliolezama

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