La noche del pasado jueves México volvió a vivir el terror que produce un sismo de gran magnitud.

Tras el terremoto de 8.2 grados, con epicentro en Chiapas, que azotó a nuestro país, los ciudadanos, sobretodo en la Ciudad de México, rememoraron inevitablemente el trágico terremoto de 1985 y sus devastadores efectos, y la importancia de conocer y aplicar los protocolos de Protección Civil.

Y el siniestro del jueves, que ya cobró la vida de 61 personas —45 en Oaxaca, 12 en Chiapas y 4 en Tabasco—, nos recuerda también la total vulnerabilidad de los seres humanos, y de nuestras ciudades y pueblos, ante las fuerzas de la naturaleza que, más que tratar de dominar —algo por demás inútil— debemos respetar e intentar comprender.

Por ello, el drama vivido por pobladores de Oaxaca, Chiapas y la capital durante y después de este movimiento telúrico debe dejar lecciones a tomar en cuenta.

En primer lugar, que la prevención es un tema crucial , quizá el más importante, cuando hablamos de aminorar el impacto de los fenómenos naturales.

Cultura de prevención en todo rubro y lugar, al momento de idear y construir obras de infraestructura carretera, urbana, hospitalaria, del sistema de aguas, en la planeación y diseño de nuestras ciudades, y desde luego en el desarrollo de los protocolos adecuados para los distintos contextos sociales.

En este sentido, el que las afectaciones materiales en escuelas y hospitales, según reportes oficiales, hayan sido menores a pesar de la magnitud del sismo, es señal de que se ha trabajado para dotar de medidas de seguridad a estos espacios vitales, ante situaciones de desastre.

Sin embargo, queda mucho por mejorar aún, sólo hace falta echar una mirada a la devastación y muertes causadas por el sismo en Juchitán, Oaxaca, para darse cuenta de ello. Y aquí, en suma, se pone de relieve que, como siempre, los de menores recursos son los más afectados. Por eso, en contextos adversos como el actual, la sociedad debe cerrar filas, unir esfuerzos y mostrar su cara más solidaria, tan conocida en el mundo.

Queda claro pues, que ante eventuales fenómenos geológicos como el vivido el jueves, los seres humanos nada podemos hacer, sino redoblar los esfuerzos en pro de una cultura de la prevención todavía mayor a la lograda hasta ahora.

Sin duda, si uno vuelve la mirada hacia atrás, en México hemos avanzado en la creación de esta cultura de prevención. El que fuera hasta el jueves el sismo más intenso sufrido por nuestro país —el del 85— dejó en su momento, además de muerte y devastación, muchas enseñanzas a los mexicanos. Ojalá ahora el aprendizaje sea mayor.

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