Más de la mitad (51.4%) de la población mexicana está compuesta por mujeres. Esa ligera mayoría, sin embargo, no se refleja en el peso que tiene la mujer en diversos campos de la vida nacional como la política, las empresas, la ciencia, etc.

La presencia del género femenino en campos antes vedados se está registrando de manera paulatina en el país y en el mundo, aunque en unas naciones más aprisa que en otras.

En México la incursión de la mujer en el sector laboral es amplia, pero los números indican que aún hay disparidades en comparación con los puestos que ocupan los hombres.

Cifras que presenta hoy EL UNIVERSAL señalan que de los poco más de 800 mil empleos generados el año pasado, 356 mil fueron ocupados por mujeres, debajo de los 445 mil que se asignaron a solicitantes del sexo masculino. Es decir, de cada 10 empleos creados en 2017, seis fueron para hombres y sólo cuatro para mujeres.

Los números son alentadores, aunque detrás de ellos hay lento avance de la participación de la mujer en el mercado laboral. En 20 años la presencia femenina en el total de trabajadores adscritos al IMSS, apenas pasó de 32.9% a 37.2%.

Otro dato que refleja que aún se está lejos de la igualdad de géneros es el salario que perciben mujeres y hombres, pues mientras el promedio salarial de trabajadoras inscritas en el IMSS es de 306 pesos diarios, para los trabajadores es de 349 pesos. En México aún es común la práctica de compensar con menos salario a la mujer, a pesar de que en un puesto similar un hombre tiene asignado una remuneración mayor. Naciones como Islandia han modificado sus leyes para considerar ilegal la brecha de salarios.

Las estadísticas reflejan una población mexicana en la que poco más de la mitad son mujeres y una mayor presencia en el mercado laboral, pero un esfuerzo poco retribuido. México tendrá mejores expectativas el día en que cada mujer pueda tener acceso completo a la educación y se inserte de manera plena al mercado laboral.

Las cifras positivas de la mujer se dan mayormente en las zonas urbanas. En regiones rurales, la situación es muy diferente. Las costumbres son de privilegiar la educación de los hijos varones, mientras la mujer con dificultad completa la educación elemental, pues las labores del hogar y de atención a la pareja son prioridad en diversas comunidades.

Si el país permite un trato diferenciado a la mitad de su población, no podrá hablar de equidad.

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