El pueblo de Chilapa, Guerrero, sintetiza hoy de manera trágica la ruta de violencia, muerte, depresión social y económica, corrupción y ausencia de Estado de Derecho que muchos pueblos en el territorio nacional y sus miles de habitantes padecen desde hace años a causa del tráfico de drogas, pero también debido a la estrategia que contra éste han seguido las últimas dos administraciones federales.

Y a la vez, por el desastroso estado de cosas que ahí impera, Chilapa también podría considerarse la representación vívida del fracaso de esa estrategia de lucha frontal contra los cárteles de la droga.

En Chilapa, en los últimos años, la muerte y los militares y policías han cohabitado sin problemas. Desde 2014 se han implementado por lo menos seis operativos, entre ellos uno sin precedente en el país: en enero de 2016 llegaron 3 mil 500 soldados y 250 agentes estatales y federales para vigilar esta comunidad relativamente pequeña.

Sin embargo, la presencia militar y policíaca no ha inhibido la violencia, sino todo lo contrario: de acuerdo con cifras oficiales ésta va en aumento. Algo que sugiere una complicidad tácita entre autoridades y criminales, no hay otra explicación.

Entre 2016 y 2017 el gobierno federal incluyó a esta población en la estrategia para atender a los 50 municipios más violentos del país. La organización México Evalúa revisó la estrategia, analizó ocho meses antes y ocho después de la aplicación de la misma y el resultado es que Chilapa comenzó en el lugar 19 y terminó en el cuarto, o sea, subió 15 puestos. Tras el operativo, entre el total de los 50 municipios prioritarios se dio un repunte promedio de homicidios de 19%, al pasar de 8 mil 895 a 10 mil 597.

En 2012, año en que el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública registró uno de los años más violentos de México, en Chilapa hubo 29 asesinatos. Al año siguiente año, 46. En 2014 —cuando Los Ardillos y Los Rojos comenzaron su disputa— 55 homicidios dolosos. En 2015, 82; en 2016, 85 y, en 2017 la cifra se desbordó: 177 asesinatos.

En otras palabras, en sólo cinco años —2012 a 2017— y a pesar de grandes operativos, en esta comunidad de sólo 130 mil habitantes el número de asesinatos, enfrentamientos y otros hechos violentos se disparó, literalmente, en un 600%. Tan sólo de 2016 a 2017, justo en el periodo del operativo de los 50 municipios prioritarios, la cantidad de homicidios dolosos se incrementó 108%. En este último periodo ningún lugar en México aumentó tanto como en Chilapa —ni siquiera Tecomán, Colima, el municipio con el promedio más alto en muertes en 2017—.

Como Chilapa existen —o existieron— muchos otros pueblos que día a día son carcomidos por el crimen. En 2017 el número de homicidios alcanzó en México una cifra histórica: 25 mil 339 casos. Este número de vidas perdidas no miente. La estrategia de combate al narcotráfico debe cambiar ya.

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