A escasos días de que se cumplan seis meses de que la izquierda se instaló democráticamente en el poder, una de las críticas que han prevalecido en este periodo es que desde el gobierno se contribuye a generar un clima de división en la sociedad, además de la escasa tolerancia a señalamientos u opiniones contrarias a decisiones gubernamentales.

En el discurso presidencial es cotidiano separar a la sociedad: de un lado, los fifís, los conservadores y los adversarios, y del otro el pueblo sabio. También rechaza aquellas expresiones sobre actos de gobierno que van contra los más necesitados, como la falta de insumos para la operación correcta de hospitales públicos por el recorte en el presupuesto de salud, y tampoco se acepta plenamente que los índices de inseguridad se encuentran en máximos históricos.

Ante este escenario, escritores, investigadores e historiadores hicieron un llamado a la tolerancia desde el foro “Desafíos a la libertad en el Siglo XXI”, que se celebra en la Universidad de Guadalajara.

Sus asertos son puntuales. “No responden a los argumentos con argumentos, sino con descalificaciones”. “Ante este discurso es imposible construir un espacio de deliberación medianamente racional”. “Se crean verdades alternativas”. “Hay una descalificación de lo mucho y lo bueno que hemos hecho los mexicanos”. “Debe prevalecer el diálogo auténtico, la civilidad, el respeto y la capacidad de escuchar”.

En sus comentarios hay preocupación, pero también un interés genuino por construir un sano escenario de debate de los grandes temas nacionales en el que predominen el entendimiento y la armonía.

Este gobierno, como pocos otros del pasado, exhibió en principio disposición a escuchar, aceptar errores y rectificar. Revertir el anuncio de que se reducirían comisiones bancarias de manera unilateral y aceptar el descuido que mutiló la autonomía universitaria, son solo ejemplos que auguraban una nueva forma en la forma de gobernar. Mucho de eso debería retomarse.

El gobierno no puede dilapidar el enorme apoyo que recibió tanto de mexicanos que coinciden totalmente con su punto de vista como de buena parte de la población que le otorgó el voto sin comulgar de manera plena con su visión.

Lo que el país requiere es un trabajo conjunto para alcanzar un desarrollo más igualitario. La intolerancia de voces desde puestos oficiales, sin embargo, puede convertirse en un freno.

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