Nuestro planeta, como resultado de las actividades y sociedades humanas, cada día que pasa se encuentra más contaminado, más desertificado, más erosionado; sus grandes ríos, mares y oceános, los más, se han convertido en auténticos vertederos de residuos. La temperatura planetaria, por su parte, como resultado de la masiva e imparable producción de gases de efecto invernadero, se acerca peligrosamente al límite marcado por los científicos para que se desencadenen una serie de fenómenos catastróficos, como el derretimiento de los polos y la consecuente desaparición de cientos de ciudades costeras.
Además, junto a estos problemas de índole ambiental, hoy la producción y consumo de plásticos en todo el mundo constituye, sin exagerar, uno de los fenómenos más apremiantes para la sostenibilidad humana y del mundo, pues el plástico, además de contaminar el aire, los mares, y la superficie terrestre, literalmente se nos está metiendo hasta las entrañas a los seres humanos y a miles de especies de animales, sobretodo peses.

Y es que por más de seis décadas los Estados alrededor del mundo han ignorado la creciente problemática de generación de plásticos, principal fuente de residuos sólidos en el orbe, quizás por estar directamente relacionada con la rentable industria de los combustibles fósiles. De la década de 1950, cuando comenzó la producción mundial de plástico, hasta nuestros días (2016), se ha pasado de una generación de 1.5 millones de toneladas al año, a una de 335 millones. Algo simplemente monstruoso.

A este paso, alertan activistas y expertos, si las sociedades no cambiamos el modo en que producimos y utilizamos los plásticos, en 2050 habrá más plástico que peces en el mar, solamente un siglo después de que se comenzara a producir este material. El dato es demoledor, entre otras cosas, porque evidencia la capacidad destructiva e indolente del ser humano.

Y ante ello la única solución a largo plazo, apuntan expertos, pasa naturalmente por reducir los residuos plásticos, incrementando su reciclaje y reutilización, así como por sustituir totalmente este material por otros en muchos de los productos que hoy lo usan, algo totalmente posible, pero que se ve impedido por los fuertes intereses y poder de esta industria a lo largo del mundo.

Sin exagerar, por su magnitud y complejidad, para hacer frente a cabalidad a este problema se necesitaría de un acuerdo vinculante a nivel internacional que restringiera la producción de plástico en todos los países y los obligara a reciclar el mayor volumen posible del material.

Hoy en el mundo vivimos una severa crisis de contaminación de plástico. Es tiempo de desarrollar una nueva visión y conciencia sobre cómo debe producirse, diseñarse, usarse y tirarse este material y así evitar una tragedia anunciada.

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