El acoso sexual toma diferentes formas: desde la intimidación física directa (tocamientos o roces) hasta el hostigamiento verbal o no verbal de intensidad diversa (desde alusiones o comentarios de índole sexual, hasta expresiones o propuestas directas a la víctima), incluso una sola mirada puede tener un carácter intimidante.

Si bien las encuestas hacen palpable la forma en que en ese sentido mujeres y hombres nos relacionamos en los espacios públicos, hay que admitir también que una inmensa mayoría de los incidentes quedan fuera de los sondeos, sin mencionar de los pocos que llegan a oídos de las autoridades, dado que muchos de los afectados, cuando no ha habido una consecuencia material, optan por no denunciar y dejar todo en el plano de lo anecdótico. A veces, aun cuando se recurra a una autoridad de primer contacto, como un policía, éste suele ser el primero que desaconseja hacer llegar el caso ante el Ministerio Público alegando que sólo se tratará de una pérdida de tiempo en la que no se podrá resolver nada, o hasta se culpará a la víctima de haber propiciado que le faltaran al respeto.

De unos pocos años hacia acá, a la par de que los teléfonos celulares incorporaron cámaras en los dispositivos, se ha venido haciendo cada vez más frecuente una nueva forma de acoso: el de la toma de imágenes de las personas sin su consentimiento, puesto el énfasis en las que tienen un carácter sexual, consistentes en fotos o videos centrados en partes del cuerpo, especialmente de las mujeres. En esta modalidad se señala que existe todavía un vacío legal que no considera aplicar penas severas contra quienes así proceden, pese a que algunos más allá de capturar tales imágenes para su visualización personal, obtienen satisfacción de exhibir, compartir e intercambiar sus hallazgos de manera pública en redes sociales, y algunos hasta llegan a monetizarlos, es decir, obtener ganancias económicas al colocarlos en sitios y páginas de pornografía. Otra modalidad es el ciberacoso, en el que desconocidos comienzan a hostigar a una mujer a quien han contactado a través de redes sociales.

Si bien algunas medidas han sido implementadas por las autoridades para reducir la incidencia del acoso en los espacios públicos, como la separación de hombres y mujeres en el transporte público, esto no deja de volverse una contradicción en sí misma en un momento en que se proclama la igualdad entre géneros. Nos hemos conformado en poner barreras físicas cuando que lo que hay que cambiar es el sistema punitivo contra el acoso y la mentalidad en cuanto a las diferencias de género y el respeto que como individuos nos debemos.

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