El Valle de Loira es un región francesa donde se levantan extraordinarios castillos en los que descansaba la monarquía y los nobles. A orillas del río hómonimo se atesoran estas bellezas, que son parte de un gran legado cultural.
La Ruta de los Castillos del Valle del Loire empieza en Nantes, a orillas del Atlántico, y termina en Orleans, cien kilómetros al sur de París, siguiendo el cauce de un río que fue la cuna del Renacimiento en Francia.

1. Azay-le-Rideau: un castillo en medio del río

Uno de los castillos más emblemáticos es Azay-le-Rideau, el primero construido con las nuevas artes arquitectónicas que el rey Francisco I llevó desde Italia a principios del siglo XVI. Es una joya de piedra blanca con torres y amplias fachadas jalonadas por grandes ventanales, que se refleja en los estanques que lo rodean. Luego de algunas restauraciones en los jardines y sus espejos de agua, en 2014, el castillo recobró el brillo que tenía siglos atrás.

2. Clos Lucé: el lugar que habitó Da Vinci

El castillo de Amboise es uno de los hitos del circuito. Domina el valle del río Loira desde un levantamiento de rocas. Una elegante construcción que recibió a las cortes de varios reyes de Francia. Leonardo da Vinci pasó sus últimos tres años allí y murió en Amboise en 1519. Su tumba está en la capilla de Saint-Hubert, junto al castillo. Sin embargo, su memoria se homenajea  en el Clos Lucé, la mansión que fue su residencia, situada a pocos metros. Actualmente es un museo dedicado a su obra, sus invenciones con maquetas y animaciones 3D. Hay máquinas  puestas en escena del genio,  dibujos de botánica y hasta estudios hidrodinámicos.

3. Chenonceau: castillo protegido por mujeres

La Ruta de los Castillos recorre unos 350 kilómetros en su totalidad. El castillo de Chenonceau,  Es un verdadero símbolo del Renacimiento francés, construido en 1513 sobre pilares que cruzan las aguas del río Cher, un afluente del Loire. Además de la hermosa vista que ofrece desde los jardines, es un museo que tiene una increíble colección de obras de grandes maestros como Tintoretto y Veronese, objetos preciosos, tapicerías de Flandes del siglo XVI y hasta una serie de carruajes antiguos. Fue administrado y protegido por Diana Poitiers y Catalina de Medici, por lo que se le conoce también como "Castillo de las Damas".

4. Cheverny: como en las aventuras de Tintín
Delante de la fachada de este castillo los lectores de las aventuras de Tintín experimentan un déjà-vu. Es porque inspiró al autor de la tira para dibujar el castillo de Moulinsart, donde vive con el capitán Haddock. Se trata del mejor ejemplo del clasicismo del siglo XVII a lo largo de la ruta y sigue habitado por la misma familia desde hace seis siglos (aunque está en parte abierto a las visitas). Allí se puede admirar una excepcional colección de muebles y objetos de arte, además del guiño al mundo de Tintín con la exposición interactiva Los secretos de Moulinsart. La visita termina en los jardines y el canil (tiene la mayor manada privada de perros de Francia). Se puede conocer entre abril y septiembre. La entrega de comida a los perros, todos los días a las 17, es un espectáculo.

5. Chambord: edificación de gran magnitud

Chambord fue el sueño del rey Francisco I, pero un sueño inalcanzable. Encargó su construcción a partir de 1519 y fue Luis XIV quien finalizó las obras casi dos siglos después. Chambord es el mayor castillo del Renacimiento. Un par de cifras alcanza para dar una idea de su magnitud: tiene una fachada de una cuadra y media, 426 habitaciones, 77 escaleras y 282 chimeneas. La obra maestra es la escalera principal de doble circulación. Se dice que fue concebida por Leonardo da Vinci, que había participado en el diseño de los planos de este castillo. La particularidad de la monumental escalera es que dos personas pueden subir a la par sin nunca cruzarse, pero viéndose por unas ventanitas.

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