Como todos los domingos, Guanajuato despierta suavemente. Espera que el sol salga para colorear las fachadas de sus casas. Las plazas cobran vida poco a poco y el canto de los pájaros domina por un tiempo el apacible murmullo urbano. Durante un par de horas, la mañana parece dudar entre volver a la cama o salir a la calle.

El domingo tarda en arrancar porque la noche del sábado tardó en terminar. Siempre hay un buen motivo para festejar en Guanajuato y, cuando no lo hay, están las callejoneadas: cada sábado por la noche, la música, los bailes, las canciones, las risas y las charlas corren como arroyos por las calles y los túneles.

¿Por los túneles?

Guanajuato es una ciudad minera, pero los túneles no fueron cavados en busca de minerales o metales. Sirven de vía de tránsito para ir de un barrio a otro. Es lo primero que llama la atención en esta ciudad, donde se camina en la superficie pero se circula bajo tierra. De esta forma se llega más rápido y se evitan las congestiones que se forman en las angostas callejuelas del centro.

Esos túneles son también páginas de la historia urbana: recuerdan que Guanajuato, tal como se la ve hoy, es una suerte de versión 2.0 de la ciudad. La primera fue sepultada varias veces durante el siglo XVIII bajo los escombros de inundaciones sucesivas. La geografía de Guanajuato es a la vez su bonanza y su desgracia. Las mismas montañas que le dieron su oro y su plata la encierran; las lluvias la devastaban y hacían desbordar su río (cuyo curso estaba lleno de los escombros de las minas).

La veta madre

Los primeros túneles fueron perforados a fines del siglo XIX para escurrir esas aguas y, durante el siglo XX, la intensificación del tránsito los convirtió en vías de comunicación.

La primera Guanajuato fue fundada en 1570 en el territorio de los terribles chichimecas, 10 años después de que los españoles encontraran la veta madre.

“Su producción fue tan importante que llegó a representar más de la mitad de la plata que España recibía del Nuevo Mundo a fines del 1700. Y esta veta no ha entregado todavía todas sus riquezas. Al ritmo actual de extracción, tiene plata y oro para varias décadas más”, comentó Salvador Santacruz, uno de los guías que conduce a grupos de visitantes los fines de semana por el laberinto de calles en el centro histórico.

Guanajuato se elevó al rango de ciudad en 1741 por un decreto de Felipe V, pero solo conocemos la fisonomía que tenía entonces por algunos magros testimonios. Y algunas paredes o el sistema de alcantarillas que se redescubren durante las obras de ingeniería. Porque la ciudad fue sepultada a partir de 1780, luego de terribles inundaciones, para elevar su nivel y resistir a la bajada de las aguas.

El primero la designó por un breve tiempo capital de México, mientras el segundo es recordado por haber inaugurado en 1903 una tandade grandes obras y edificios, entre ellos el emblemático teatro Juárez. Esta sala fue durante muchos años uno de los principales centros culturales mexicanos. En la actualidad es el anfitrión del Festival Cervantino y la sede de las Noches Porfirianas, durante las que se presentan obras de de principios del siglo XX.

Al ritmo de las callejoneadas

Las horas avanzan y al mediodía del domingo, Guanajuato ya recobró su agitado ritmo de vida, con mucha actividad y, sobre todo, mucha música. En torno de la basílica Nuestra Señora —otra de las postales de ese centro urbano, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco— las familias se esparcen hacia tiendas y restaurantes. Esta iglesia ofrece una linda imagen, con su fachada barroca pintada de ocre. Pero lo esencial de su historia no está en los muros, sino en una pequeña Virgen, considerada como la más antigua imagen de la Virgen en las Américas.

En las terrazas y por las veredas ya empiezan a llegar conjuntos de mariachis que proponen sus canciones. De mesa en mesa, de banco en banco, la gente se regala algunos temas para celebrar un cumpleaños o amenizar una salida en familia.

Dejando que los mariachis entonen las primeras coplas del Rey, el hit absoluto de su repertorio frente al teatro Juárez, Salvador lleva a su grupo en dirección al Callejón del Beso. Es el rincón más romántico, algo así como la versión local del balcón de Julieta en Verona. “Una doncella encerrada por su padre pudo seguir viendo a su novio de balcón a balcón —cuenta el guía—. En realidad, se podían ver tan de cerca como para besarse de una casa a la otra?”

Ni decir que es el lugar más fotografiado en todo Guanajuato. Y más aún los domingos al mediodía, cuando hay colas de parejas que esperan para darse un beso delante de algún objetivo bajo los balcones.

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