Los hilos de luz que penetran entre las rocas nos guían hacia la entrada del mundo de los muertos, el Xibalbá, habitado por 12 dioses. Estamos en las Grutas de Loltún, donde inicia nuestra travesía por la Ruta Puuc, la zona serrana al sur de la península de Yucatán que los mayas eligieron para construir palacios en honor a Chaac, dios de la lluvia, y otras deidades. Su estilo arquitectónico llama la atención por estar repleto de detalles labrados en roca pura.

De Loltún a Labná

Los salones de las Grutas de Loltún se conectan con otras cavernas y cenotes. Aquí descubrimos que el inframundo era para los mayas un laberinto que, hasta el día de hoy, nadie sabe dónde inicia ni dónde termina.

Los guías nos llevan a recorrer cada rincón, iluminado con luces de colores. Los salones más impresionantes son el de “las manos negras” y el de “las columnas musicales”. El primero tiene sus paredes tapizadas de manos, pinturas rupestres que la humedad no ha podido borrar. En el segundo salón hay que guardar silencio. Nos sentimos dentro de una caja musical. Los guías dan golpecitos a las estalactitas y éstas emiten una variedad de sonidos.

Nuestra siguiente parada es Labná: uno de los sitios arqueológicos menos explorados, incluido en la lista de Patrimonios de la Humanidad, a 26 kilómetros de Loltún.

Las ceibas han echado raíces sobre lo que podrían ser estructuras piramidales. Entre todos esos montes cubiertos de vegetación está El Arco de Labná, ejemplo claro del estilo puuc: puertas y ventanas triangulares, grecas y mascarones tallados sobre piedra que representan el rostro de Chaac, fácil de identificar por su lengua de fuera y su nariz en forma de trompa de elefante.

La ornamentación de cada estructura se ha de repetir en todos los sitios de la ruta: Uxmal, Kabah, Sayil y Xlapak.

En Labná también está el Mirador y el Palacio; imposible subir a ellos para contemplar su cresta, por los trabajos de excavación.

Sayil y Xlapak

El auto se interna una vez más en la sierra para arribar al “lugar de las hormigas”: Sayil.

El sol comienza su camino hacia el ocaso y deja caer sus rayos sobre El Gran Palacio, una imponente construcción con columnas que nos hace recordar el Partenón de Atenas. Otra vez la cara de Chaac nos invita a explorar su interior.

Algunas piedras conservan rastros de sus colores originales: rojo y verde. El resto son blancuzcas y al ser tocadas por el sol se pintan de un tono dorado intenso.

Muy cerca de ahí se ubica Xlapak, otra zona arqueológica que lucha contra la selva para no ser devorada. Los mayas dejaron un sello único: las líneas de piedras llamadas ciempiés que enmarcan toda la estructura.

Los aluxes

Estamos a mitad de la Ruta Puuc, es momento de seguir a Kabah. Pero antes, visitamos una casita maya en el poblado de Santa Elena. Nos hablaron de un matrimonio, el de don Francisco y doña Eufemia, que abre las puertas de su hogar para alimentar a los viajeros y mostrarles cómo se extraían las fibras del henequén, el llamado oro verde de finales del siglo XIX y principios del XX.

Nos colamos hasta la cocina, equipada con una fogata para cocer las tortillas. Esa es nuestra comida: tacos de salsa martajada con pepita molida. La plática se alarga hasta la noche.

Al día siguiente nos vamos directo a Kabah, una ciudad maya que sirvió como observatorio para seguir el movimiento de las estrellas.

Kabah ha sido reconstruida como un rompecabezas. Los arqueólogos han numerado y ensamblado una a una las piedras de sus palacios, como el de los mascarones, con 200 caras de Chaac, una por cada día del calendario solar.

El guía que nos da el recorrido nos recomienda visitar las Grutas de Calcehtok, a 40 kilómetros de distancia. A esta caverna se baja a través de su gran techo colapsado. Los helechos gigantes nos impiden ver su profundidad. Don David es un guía local que se encarga de internarnos nuevamente al inframundo. Nos equipa con casco y lámpara para no golpearnos contra las estalactitas.

En el interior se dejan ofrendas a los aluxes, guardianes de sitios sagrados. Dice don David que están por todos lados en forma de diminutas columnas. Cuando cae la noche se transforman en duendes que se fuman los tabacos y se cuelgan las pulseras que dejan los viajeros como obsequio.

Salimos del interior de la tierra después de tres horas. Estamos listos para partir hacia Uxmal, la zona arqueológica más grande de la Ruta Puuc. Es Patrimonio de la Humanidad y dicen que su nombre significa “la tres veces construida”.

Hay que detenerse en el templo escalonado del Adivino para contemplar su forma ovalada que se alza a 35 metros de altura. Una leyenda dice que fue levantada en tan solo una noche por un enano que predecía el futuro.

En los templos de Uxmal se aprecian tortugas, serpientes y monos labrados en piedra que decoran los muros. En el “Cuadrángulo de las Monjas”, con edificios dedicados a Kukulcán, nos detenemos a descansar y a contemplar la selva.

Por la noche hay un espectáculo de luz y sonido. Es mejor hacerlo a un lado y disfrutar de otros atractivos como el Museo del Chocolate.

GUÍA DE VIAJE

Cómo llegar

Para realizar la Ruta Puuc puedes rentar un auto desde Mérida, ya sea por dos o cuatro días, desde 800 pesos por día (www.rentadeautosenmerida.com). Los señalamientos sobre la carretera son claros y en los poblados aledaños encuentras restaurantes y estaciones para cargar gasolina.

Otra opción es contratar un tour de un día; Mayan Ecotours te lleva a visitar tres zonas arqueológicas por 150 pesos, por persona. Duración: seis horas. www.mayanecotours.com

Dónde dormir

En Santa Elena (a la mitad del camino de la ruta). The Pickled Onion: habitaciones desde 700 pesos, con desayuno incluido. www.thepickledonionyucatan.com

En Uxmal. Uxmal Resort Maya se ubica a tres minutos de la zona arqueológica. Habitaciones desde 800 pesos. www.uxmalresortmaya.com

SCHSC

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