jesus.diaz@clabsa.com.mx

HOLANDA.— Maastricht tiene un hijo predilecto: un violinista que a los 29 años decidió dejar el conservatorio de Bruselas y crear su propia orquesta. En cada esquina se habla de André Rieu. La ciudad holandesa se vuelca a él, especialmente a mediados de año, cuando llegan turistas de todo el mundo a disfrutar de sus conciertos en la histórica plaza de Het Vrijthof. Son noches de vestimentas victorianas, fuegos artificiales, muy buen humor y cantos al unísono.

Maastricht es tan bella que, se dice, ni los nazis se atrevieron a nublar con el tizne de la destrucción sus rojos y eternos atardeceres.

En 1940 la ciudad fue protegida exitosamente del sigiloso arribo del ejército alemán, pero ante la promesa del repliegue y retorno, se optó por llegar a un acuerdo: nadie, en ningún bando, quería ver ese hermoso lugar en ruinas.

De verdad, es un goce recorrerlo: la quietud abrigada por sus abundantes árboles, ese sonido contenido de su río inmortal sobre el que se tiende el puente más antiguo de los Países Bajos, los laberintos ocultos bajo una vida semiprovinciana y las pequeñas calles colmadas de la marca indeleble de celtas, romanos, españoles y franceses.

Aquí los días pasan entre buena comida de estilo mediterráneo, un café expreso por las tardes, cervezas locales en las noches y largos paseos en bicicleta. En especial, en conversaciones llenas de historia, esa que abunda en sus paredes y en los recuerdos de los habitantes, que necesariamente desembocan en un personaje: André Rieu.

Romanticismo e ingenuidad

“Vengo de la música clásica en donde todo estaba mal: aquí estaba la orquesta, allá la audiencia, con una gran distancia. No me gustó. Hay directores que ni siquiera veían a la gente, parecía que los querían mandar a casa”, dice André en entrevista desde su ciudad natal.

La charla exclusiva con el hijo de Maastricht se da en su castillo House of The Little Towers, en la ladera sur de la montaña de St. Peters, al borde de la ciudad. El lugar le perteneció a un hombre que inspiró el personaje del mosquetero D’Artagnan en la literatura de Alexandre Dumas. Pero aquel no se compara con su actual inquilino, a quien decenas de seguidores visitan en recorridos guiados que él mismo organiza y ofrece en un paquete VIP, junto con un concierto, en el mes de julio www.andrerieu.com.

Las visitas se realizan todo el año. Sus seguidores pueden entrar a ciertas habitaciones de la mansión y enterarse un poco de su vida cotidiana y contemplar el vestuario que caracteriza a los miembros de la orquesta. Esto es algo que se replica en el museo dedicado a Rieu (en la plaza central), donde también se muestran premios, fotos y cómo se elaboran sus violines a mano.

“No me siento más que otras personas, a mí me importa hacer música para todos”, dice el holandés y sonríe.

Recorrido milenario

Roel Van Veggel, manager financiero y orquestador de los conciertos de André Rieu —también oriundo de Maastricht— se ofrece a recorrer los recovecos de la ciudad con nosotros. Explica que, justo enfrente de ese lugar en donde Rieu soñaba con algo grande, su casa de la infancia, se levanta el Helpoort, la puerta más antigua de los Países Bajos, construida en 1230. Antes, había una muralla medieval, pero hoy la entrada funge como una buena metáfora para los visitantes de cómo este sitio y el propio músico reciben con las puertas abiertas a sus habitantes.

Lo ideal es iniciar el paseo en la estación de ferrocarriles que lleva el nombre de la ciudad y que recibe a los turistas desde Ámsterdam, Frankfurt y Bruselas; en la calle Stationsstraat, abarrotada de bicicletas y paseantes.

Hay que detenerse a observar el Mariamonument, una gran estatua del escultor Albert Termote, que cede el paso a los visitantes por pequeños camellones, desde donde se aprecia la arquitectura del lugar.

Después, no está nada mal ir por un aperitivo en algún café o bar y comprar algo en las decenas de tiendas del llamado barrio Wyck: famoso por sus boutiques de últimas tendencias, el interiorismo, los anticuarios, las galerías de arte y establecimientos gourmet. Destaca la tienda Tatz, en donde encontramos moda tipo vintage y, sí, ¡un sarape mexicano por 50 euros!

La idea es caminar sin más, en línea recta hasta que el viento nos anuncie que estamos en el histórico río Mosa, en el puente más antiguo de Holanda, el Sint Servaasbrug (o San Servacio). Los romanos edificaron una primera versión hace dos mil años, pero cuando ese puente se desplomó en 1275, se reconstruyó utilizando arcos de piedra que han resistido hasta la fecha.

Son más de 700 años de reconstrucciones, de sortear batallas y visitantes, para que ese sitio que conecta la ciudad permanezca. Según el Ministerio de Turismo de Holanda, no tomarse una foto en el Puente San Servacio es como ir a París y no retratarse en la Torre Eiffel.

Muy cerca de este monumento, se concentran las tiendas más exclusivas, los restaurantes más variados y una de las librerías más famosas del mundo: Selexyz Dominicanen.

El edificio fue una iglesia gótica en el siglo XI. Tras su desuso se restauró en 2005 dando como resultado el templo literario más lindo del mundo, según National Geographic Traveler. Es un lugar en el que confluyen cientos de estudiantes de la universidad local, quienes además hacen de Maastricht uno de los sitios más recurridos de jóvenes holandeses, belgas y alemanes.

Hay buenas razones para estar ahí, una de ellas es la plaza Het Vrijthof, en donde Rieu se presenta, rodeada de pequeños restaurantes abarrotados durante los días de conciertos. Así disfrutan el ambiente muchos espectadores: tomando una cerveza, en espera del típico desfile a pie que hace el violinista antes de su espectáculo.

El músico se toma su tiempo, sale 20 minutos mientras es vitoreado por los presentes. Luego llega una banda de escoltas con quienes camina sin soltar su violín. El concierto puede durar más de dos horas con valses, temas clásicos, pirotecnia, risas, performances, comida y bebida.

Los caminos llevan a los romanos

Hay dos opciones para llegar a la plaza: a la derecha, por la calle Grotestaat, o a la izquierda, por Bredestraat. Si decides ir por la izquierda verás el Hotel Derlon que decidió conservar vestigios romanos del siglo I, hallados cuando se remozó la propiedad, hace pocos años. La solución no fue derribar el edificio, ni cambiar su función, sino mezclar ambas épocas.

Dentro del hotel se aloja un restaurante moderno, La Piazza Romana. Comer pasta es una experiencia única en interiores de diseño minimalista y cristales que resguardan piedras históricas. Por cierto, la Grotestaat, es la calle adoquinada más antigua de los Países Bajos,

Otro ejemplo de ese eclecticismo está a unos metros, en la Catedral de Nuestra Señora (Onze-Lieve-Vrouwekerk), el edificio religioso más importante y antiguo de Maastricht. El catolicismo es notorio en esta estructura erigida entre el siglo X y XII. Dentro, el aroma a humedad y la luz tenue de las velas provocan que los visitantes viajen en el tiempo, atónitos por las esculturas e imágenes de una época en la que la convulsión social debió generar fervor.

Maastricht siempre se convulsionó al despertar el interés de gobernantes extranjeros. La ciudad sufrió incontables ataques y durante siete siglos se realizaron obras para construir y mantener las murallas, los fosos y los fuertes. El resultado dejó pasajes subterráneos que en su momento refugiaron hasta cinco mil soldados y que hoy son una de las atracciones más notables.

Las Cuevas de San Pedro, como se le denomina a este enmarañado de 20 mil túneles que esconde la ciudad, es visitado por cientos de turistas, quienes contemplan los textos y grabados milenarios, mientras escuchan historias.

El paseo tiene una duración de cerca de dos horas y puede incluir las murallas y fortines creados antes del siglo XIX.

André Rieu ve esos paseos como un ejemplo de los buenos tiempos en su ciudad y en el mundo, un recordatorio de que, pese a los contratiempos de la vida cotidiana, las personas debemos aspirar a ser mejores. Lo dice en su concierto y lo reitera de viva voz, en la excentricidad de su castillo que contrasta con una mirada apacible y una sonrisa que ha dado la vuelta al mundo.

GUIÁ DEL VIAJERO

¿Quién te lleva?

En avión. Vía Frankfurt: British Airways,

Lufhtansa, Iberia, United. Vía Ámsterdam: KLM. Tiempo estimado de vuelo para ambas ciudades 10 horas y 45 minutos.

En tren. Desde Frankfurt: tres horas y 46 minutos (pasajes desde 63 euros).

Desde Ámsterdam: dos horas y 26 minutos (pasajes desde 25 euros).

Conciertos

Fechas. Comienzan el 8 de julio. Los precios de los boletos van de los 55 a 95 euros. Paquetes con recorrido por el castillo, museo de André Rieu, convivencia, desayuno y hospedaje: 789 euros. www.andrerieu.com

¿No hay boletos o son costosos? Reserva en los restaurantes y terrazas de la plaza de Het Vrijthof: Brittanique (www.britannique.nl), Aux Pays Bas (www.auxpaysbas.nl) o Monopole (www.brasseriemonopole.nl)

De paseo

Recorrido por la ciudad. City Sights Maastricht. Precio: Cooperación voluntaria.

Miércoles, viernes, sábado y domingo.

Recorrido en bicicleta. Bike Tours Maastricht. Precio: 29 euros. Incluye bicicleta, bebidas y café. biketoursmaastricht.nl

Tours por los túneles de la ciudad. Maastricht Underground. Precio: desde

5 euros. www.maastrichtunderground.nl

Dónde dormir

Kaboom Hotel. El más nuevo y moderno de la ciudad. Este hotel minimalista lleva el concepto boutique a otro nivel. Tarifas: desde 150 euros. www.kaboomhotel.nl

Para estar prevenido

En julio Maastricht es cálida, con una temperatura promedio de 25º C. Para ir a los conciertos lleva cámara (está permitido grabar), ropa cómoda (nada formal) y algo ligero con qué abrigarte. A veces hay lluvias ligeras.

Drogas

Debido a su cercanía con otros países en donde las drogas están prohibidas, en Maastricht no se permite la venta de sustancias a extranjeros.

Toma nota

En verano, los días en Maastricht duran más de 16 horas: amanece a las cinco y la puesta de sol es a las 21:45, aproximadamente.

www.vvvmaastricht.nl

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses