El viaje es una forma de escapar, una oportunidad de volver a la naturaleza, al origen. Ahora, el deseo de explorar lugares remotos e indómitos es tan fuerte como querer estar en una playa de mar turquesa, según el reporte Vida Salvaje, de WGSN, una empresa consultora y analista de tendencias de moda y estilo de vida.

¿Qué significa esta nueva actitud? WGSN asegura que “El espíritu de viajar hacia lo salvaje reemplaza al del viajero ansioso por conocer el mundo. Nuestras vidas se vuelven cada vez más ajetreadas, nuestras ciudades tienen un ritmo cada vez más rápido. Los espacios lejanos y el aire libre nos intrigan. El territorio salvaje es tan codiciado como los paraísos de playa. El nuevo lujo es escapar, ir en busca de territorios inexplorados, hallar experiencias alternativas muy distintas”.

Para los viajeros no iniciados, que están cansados de ir a la segura en tour programado y quieren aventuras fuera de las comodidades de un todo incluido, proponemos estas recomendaciones: Las islas Feroe, en medio del Atlántico Norte, para observar aves extrañas, ovejas gordas pastando, acantilados golpeados por olas furiosas y convivir con pueblos de montaña donde únicamente vive una familia.

Otra opción: Cabo Raso es un refugio de la Patagonia argentina bañado por el mar. No hay señal telefónica y su población, la única en 100 kilómetros a la redonda, se rige por este principio: “En el Cabo proponemos poner un freno a la vorágine urbana y, quizás, un retroceso. ¿Por qué no?”

En Japón, el valle Iya es conocido como el “paraíso perdido”. Es ideal para encontrar la paz interior en medio de bosques y montañas, pero también la aventura en un río indomable a bordo de una balsa o durante una excursión entre cañones, a la orilla del precipicio.

Y, en Estados Unidos está, la villa de Supai, en medio del desierto. Es tan remota que solo es accesible en mula o a pie, un recorrido de 12 kilómetros.

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