Río de Janeiro.— Menos de seis meses después de que Río de Janeiro albergara los primeros Juegos Olímpicos en Sudamérica, varias sedes del evento se encuentran inactivas e incluso en mal estado, planteando interrogantes sobre un legado que, según los organizadores, beneficiaría a la ciudad y a sus residentes.

“Pensamos que esto sería para nosotros”, dijo Alex da Silva Ferreira, un mecánico que caminaba junto a su hijo de 7 años frente al portón cerrado de lo que se suponía sería un parque en Deodoro, barrio que acogió las pruebas de canotaje y bicicleta de montaña. “Ha estado cerrado todo este tiempo”, indicó.

La falta de actividad y mantenimiento afecta a varias de las instalaciones olímpicas, entre ellas la sede de las competencias de natación, donde los cráteres formados por unas piscinas desmontadas acumulan agua estancada.

La cancha del Maracaná, uno de los estadios de futbol más emblemáticos del mundo, está llena de suciedad y matorrales. La electricidad se cortó recientemente debido a una disputa financiera entre los funcionarios locales y el contratista a cargo de administrar el recinto.

Antes de los Juegos, los organizadores promocionaron las sedes como instalaciones que podrían ser fácilmente reutilizadas en una ciudad amante de los deportes.

Pero apenas se ha jugado un torneo de voleibol playa en alguna de las sedes, lo que incluso generó críticas, porque esto conllevó tirar arena en la cancha donde se disputó el tenis olímpico.

“Supongo que la arena es mejor que nada, pero es patético no estar jugando al tenis allí”, dijo el ex tenista Fernando Meligeni, que terminó cuarto en los Juegos de Atlanta en 1996.

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