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Frente a la plaza de Las Ventas, sentado en el bar César, Alberto Lamelas (Jaén, 1984) repasa su brillante expediente como torero tras su estreno en 2005: decenas de orejas, ruedos llenos en España y Francia.

Pese a ello, desde 2011, los días que no está en el ruedo o entrenando, Lamelas conduce un taxi que “es del banco”, bromea en referencia al préstamo que le permitió comprarlo. Es el destino de los toreros españoles, presionados por la crisis económica y la mala imagen que rodea a la tauromaquia ante el ascenso de los movimientos animalistas.

“Consolidados en España puede haber 10 toreros. En el siguiente nivel seremos 300. Pero la situación ha empeorado para todos: hace 15 años, el primero del escalafón hacía 150 festejos; hoy 60”, cuenta Lamelas. “Por eso tomé la decisión del taxi”.

No se arrepiente. Este año ha sido su mejor temporada desde que tomó la alternativa en 2009. Ha toreado nueve corridas, y en septiembre volvió a pisar pisar un ruedo en España tras dos años de ausencia. Sólo toreaba en Francia, donde las condiciones económicas son más dignas.

Un reciente reportaje del diario El Mundo explicaba que el salario mínimo fijado por ley para una faena es, tras restarle los impuestos, de 7 mil 716 euros (8 mil 271 dólares). Y los gastos alcanzan los 8 mil 153 euros (8 mil 739 dls). Así que un matador que cobre lo mínimo pierde 437 euros (468 dls) al arriesgar la vida en una corrida. “Los empresarios se aprovechan de la crisis y te llaman ofreciéndote condiciones muy malas”, explica Lamelas: “Si las aceptase, torearía más, pero hay que rechazarlas por dignidad y amor a tu profesión”, denuncia. “No valen las excusas, pero toreando poco es más difícil llegar a las corridas preparado, y al toro le da lo mismo que pases seis horas diarias en el taxi”, dice.

En sus años de novillero, Lamelas alcanzó gran proyección. Sólo en 2006 toreó 30 veces. Pero con la crisis las grandes administraciones recortaron sus presupuestos, los pueblos cancelaron sus festejos y, ya como matador, Lamelas pasó a hacer sólo cuatro corridas anuales. Además, el nuevo sentimiento antitaurino en la sociedad significó un recorte en las subvenciones. “Ahora dices que eres torero y la gente te mira como a un criminal”, suspira.

En 2012 un toro le perforó el estómago, el colon y el intestino grueso. Lamelas muestra la cruz que le dejó sobre el ombligo. No desistió, y 2013 fue el año de su explosión. Sus buenas actuaciones le abrieron las puertas de Madrid, y el 15 de agosto confirmó su alternativa en Las Ventas.

“Ahora voy mejor. Tengo medios para entrenar en el campo, pero he pasado años muy duros, pensando si el sacrificio de mi juventud había merecido la pena”, cuenta ilusionado con el futuro.

Lamelas sale del bar y pasea frente a Las Ventas. Explica de dónde viene la cicatriz de su mejilla derecha. Se la hizo este verano un Miura en Mont de Marsan (Francia). Lamelas se levantó tras la cogida, mató el toro entre vítores del público y le cortó la oreja. El diario ABC definió su actuación como “un derroche de valor y amor propio”. Alberto aguza el oído frente a Las Ventas y le parece que aún resuena la ovación. Eso no significa que mañana no sea día de taxi.

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