Cuando no está en la fosa de clavados o en la iglesia, Germán Sánchez suele pasar su tiempo en las arenas de lucha libre, otra de sus pasiones.

Desde que era un niño, el tapatío acompañaba a su padre al espectáculo del pancracio nacional, en el que al menos podía sacar un poco de adrenalina.

“Yo era de los niños que estaban siempre atrás del peleador para pedirles un autógrafo y nunca me lo negaron, también les pedía la cinta que se ponían en la muñeca y quería cargarles la maletita que llevaban”, recuerda Germán.

Además de la lucha, Sánchez se confiesa amante del jugo de carne que prepara su mamá en Guadalajara y de las tortas ahogadas, típicas de su estado.

“Podría comer tortas cada semana. También cuando vengo a la Ciudad de México me encanta pararme en las quesadillas, las tortas y los tacos aunque no siempre puedo comerlos”.

—¿Bailas?

—Sí, aunque mi novia siempre quiere que la mueva un poco más, como en su escuela y eso no me sale tan bien.

A Germán no le gusta mucho el futbol soccer. Le va a las Chivas por ser de Guadalajara, aunque rara vez asiste a los estadios.

“Seguido voy al estadio porque mi psicólogo también es del Club, pero no soy de los que llora cuando pierden las Chivas”, señala.

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