Fastidiada del maltrato psicológico que, asegura, padeció desde la primera semana de matrimonio, Graziella Bianca exigió el divorcio a Joseph Blatter (Visp, Suiza, 10 de marzo de 1936) menos de dos años después de contraer nupcias. El sueño mutó en pesadilla.

Inseparable amiga de Corinne, única hija del hombre que hoy habita en el ojo del huracán, la instructora de delfines helvética se arrepintió de unir su vida a un tipo amable y de voz dulce ante la gente, pero que —según ella— se vuelve tirano detrás de la puerta, con una ambición sin límites. Esa que lo hizo colapsar al frente de la FIFA.

Amante del poder, las mujeres, el dinero y los autos deportivos, Blatter protagoniza el desenlace de una historia construida en lo oscuro, donde se muestra como es: inclemente ante quien le contradice.

Maestro del cabildeo que cambia en cuanto escucha una voz que no le respalda. Michel Platini, presidente de la Unión Europea de Futbol Asociado (UEFA), fue uno de los principales impulsores para que no fuera reelecto el viernes. Tras ganar, el suizo afirmó que “perdono, pero no olvido”.
Sentencia que fue una especie de lema durante los casi 17 años que estuvo al frente del órgano rector del balompié mundial. Por eso, la batalla con el bloque del viejo continente, Estados Unidos y Canadá fue frontal. Jamás le importó. A final de cuentas, tenía de su lado a la mayoría.

La democracia futbolística le permitía saberse ganador, más allá de lo poderosos de sus adversarios. En el momento de sufragar, un voto de islas caribeñas, oceánicas o atribulados países africanos, tiene el mismo peso que el de potencias deportivas o económicas. Siempre supo a quien aliarse.

Quedó demostrado desde que se convirtió en el principal colaborador del brasileño Joao Havelange, quien lo convirtió en secretario general del organismo, en 1981. Ironías de la vida: 17 años después, alcanzó la máxima silla del futbol mundial, esa que ayer dejó tras casi el mismo tiempo de estar en ella.

Casado tres veces, Corinne es producto de su primera unión y una de las pocas personas que nunca ha dudado de él. Es por eso que no se opuso al matrimonio con Graziella, a quien solía llenar de costosos obsequios cuando eran novios. Tener 26 años más que ella nunca fue obstáculo.

Tampoco las primeras acusaciones de corrupción en su contra. La designación de Corea del Sur y Japón como sedes de la Copa del Mundo 2002 las provocaron, historia que se repitió con Sudáfrica en 2010.

La consigna de ganar aliados impulsó la decisión de llevar por primera vez a Asia y África el máximo evento futbolístico del planeta.

Dirigente deportivo con muchas habilidades de político, capaz de modificar las agendas de mandatarios para ajustarlas a la suya y efectuar amistosas recepciones que cambiaban en sentencias tras la puerta. El apoyo económico sólo podía ser pagado con respaldo para alimentarlo de poder.

Creció con el francés e italiano como lenguas, pero su deseo de fama y fortuna lo llevaron a hablar perfectamente el inglés, español y alemán.
Políglota que enamora a muchos con esa suave voz que invita a la confianza. Cuando lo consigue, aparece su versión más genuina.
Graziella siempre le creyó... Hasta que firmó el papel que la convirtió en la señora Blatter. A final de cuentas, él ya tenía lo que quería.

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