Cada paso que da, cada gesto que hace es estudiado por todos los presentes. Cada ademán que manifiesta, cada palabra que dice, es fiscalizada por cientos de personas.

Es difícil ser y llamarse Cristiano Ronaldo dos Santos Aveiro. Líder y alma de Portugal, el llamado CR7 vino a darle color a la Copa Confederaciones. Su presencia es la más esperada entre los 184 jugadores registrados para este torneo; su primer entrenamiento iba a ser el más seguido.

Apareció en el centro del campo, lejos del mundanal ruido y la falsa sociedad… Junto con Pepe y el director técnico Fernando Manuel Costa, planea la práctica mientras que los mortales, los demás jugadores, pelotean lejos de la presión y ojos extraños.

A una señal de CR7, los demás compañeros se juntan. Ahí le da “permiso” al técnico de hablar, de creerse el “jefe” por unos momentos. Minutos después el grupo se rompe y todos comienzan a trabajar en la práctica.

“Míralo”, dicen dos fotógrafos lusitanos, “como siempre se va hasta el fondo, para tratar de ser inalcanzable para las cámaras”.

Y sí, junto a Pepe y Nani, sus fieles escuderos, Cristiano se va al fondo del campo a realizar movimientos de calentamiento y pelotear, lo que provoca que la gente se ponga triste. Se oculta entre sus compañeros, sabe que eso hace rabiar a los medios.

“Nosotros —dice otro reportero portugués— no tenemos mucho contacto con él. Nos ve a todos como enemigos, cree que le vamos a sacar algo malo”.

La práctica concluirá cuando él diga. El técnico creerá que él manda, pero sólo en apariencia, porque en el “Mundo según Cristiano”, todo se hace a su voluntad. Palabra de CR7.

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