Desahogó toda la tensión acumulada en cuanto el árbitro César Ramos pitó el final. Lo de Matías Almeyda y las Chivas fue masoquismo en estado puro; eso explicó el efusivo festejo del director técnico argentino al oficializarse la apretada victoria rojiblanca (2-1) en el clásico tapatío.

Drama en severas dosis cortesía del Guadalajara, que volvió a enseñar dos facetas: gran entendimiento colectivo y falta de sangre fría a la hora cero.

Oda que no pudo ser coronada de forma brillante. El paseo de la mitad inicial quedó en simple anécdota durante los minutos finales, esos en los que el Atlas se ilusionó con un heroico empate gracias a la anotación del ariete Martín Barragán (84’) y al cansancio del rival, incapaz de sostener el vértigo presumido en los minutos que mostró ser un peso completo con poca pegada.

Porque los dos goles del Rebaño Sagrado fueron acompañados de severos errores rojinegros. El polémico penalti señalado por el supuesto empujón de Antonio Madueña sobre Isaac Brizuela fue convertido por Ángel Zaldívar (31’).

La daga aún laceraba los casi exprimidos corazones atlistas cuando el guardameta Óscar Ustari se equivocó en aquel saque de portería entregado al autor del primer tanto. Definió incorrectamente, mas el rebote quedó a merced de Orbelín Pineda, quien sólo acarició el esférico (39’) para desatar el éxtasis del visitante administrativo.

Porque sólo fue eso. Se marchó del estadio Jalisco hace casi seis años y medio, pero el coloso aún es su hogar. Se demostró con el rugido que acompañó al silbatazo final. La hegemonía sobre el rival de ciudad se mantiene (cuatro victorias y tres empates), también el invicto fuera de la que ahora es su casa.

Triunfo con otro “bonus track”. Primer revés para el Atlas, como local, desde el 9 de abril del año anterior (también 1-2, contra el Morelia). Golpe de realidad asestado por un equipo adicto al masoquismo, aunque ya ganó su primer clásico. Sigue el América.

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