Da lo mismo si en el trayecto al estadio se enteran que ha sido activada la Fase I del Plan de Contingencia Ambiental, si el transporte público está repleto, el tránsito es intenso o se deben desembolsar hasta 700 pesos para adquirir uno de esos codiciados boletos. Es la noche que el pueblo auriazul anheló durante años, en la que el continente americano por fin conocería a fondo a ese equipo de corazón azul y piel dorada.

Lo que explica los embotellamientos en las avenidas que conducen al estadio Olímpico Universitario. Insurgentes Sur, Revolución y Periférico son complicadas pruebas para la paciencia de los fanáticos. Características estampas de la caótica Ciudad de México, aunque con el aderezo de que miles van hacia su segunda casa, en la que el desahogo está permitido y los sueños se cristalizan muchas veces.

Da lo mismo pagar más del doble por un boleto que, en taquilla, no costó más de 320 pesos. Es la velada de todos los Pumas, desde aquellos a los que las nieves del tiempo han plateado sus sienes hasta los que apenas pueden pronunciar el Goya, pero ya saben apretar y levantar el puño derecho. Los que gozaron con Hugo Sánchez, Evanivaldo Castro ‘Cabinho’, Leonardo Cuéllar o Luis Regueiro; los que vibraron con el ‘Tucazo’ de Ricardo Ferretti, la contundencia de Luis García, la irreverencia de Jorge Campos y la clase de Juan Carlos Vera; los que aprendieron a amar a los felinos con el bicampeonato de 2004, bajo las órdenes del ‘Pentapichichi’... O a quienes se empiezan a seducir ante al talento de Ismael Sosa, la entrega de Gerardo Alcoba y la eficiencia de Alejandro Palacios, ese poco ortodoxo meta al que llaman ‘Pikolín’.

Da lo mismo, porque ninguno ha visto lo que pretende hacer la noche de un contaminado martes capitalino: a sus amados Pumas entre los cuatro mejores equipos de la Copa Libertadores.

Jornada de ilusiones y presentaciones. Serio, Rodrigo Ares de Parga llega a su primer cotejo como presidente del patronato del club auriazul. El debut es en un cotejo duro, importante, pero que puede representar el comienzo perfecto de su gestión. Lo sabe. Por eso, sonríe tímidamente.

Los auriazules quieren ser ellos. Por eso, asisten a la noche de todos los Pumas. A final de cuentas, lo último que se pierde es la fe.

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