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Aliviado, Sergio Bueno se deleitó con los taurinos gritos obsequiados por el pueblo celeste durante los minutos finales, esos en los que el Cruz Azul sobrellevó el primer juego que gana sobre el campo de la antigua Ciudad de los Deportes en casi cuatro meses.

Lo que explicó el comienzo del idilio entre el director técnico de La Máquina y una afición que, hasta antes del tanto marcado por Fabio Santos (30’), cuestionaba su labor.

Victoria sobre el León (2-0) con propiedades balsámicas. De la presión por su falta de logros al renacimiento de la ilusión. Esta vez, basada en la solidez presumida ante un equipo que llegó al estadio Azul con las etiquetas de líder, invicto y la ofensiva más productiva en el Apertura 2015 (siete goles).

Perdió casi todas. El estratega de los Cementeros preparó un brebaje con orden, deseo de recuperar la pelota y constantes cambios de posición en el ataque. Los Panzas Verdes lo bebieron y fueron presa de sus efectos.

La retaguardia del visitante sufrió por los diversos arribos en su área. Quedó demostrado con la segunda anotación en el torneo de ese carismático calvo que empieza a hurtar corazones con sangre azul.

Al igual que contra el Guadalajara, el lateral disfrazado de volante apareció sin marca en aquel servicio de Richard Ruiz. Lo demás, rutina para un futbolista que militó en colosos de su país como el Santos y el Corinthians.

Gol catártico. No es que La Fiera dejara de atacar. Lo que cambió fue el ánimo de La Máquina, cuyos integrantes por fin volvieron a sentirse cómodos en el estadio Azul.

Su más reciente triunfo como local había sido el 11 de abril de 2015. Sí, también por 2-0, aunque los contrincantes fueron los Tigres. No hilaban éxitos desde hace medio año. Lo garantizó con el penalti convertido por Christian Giménez (50’).

La batalla contra el timonel ha terminado, o al menos vive una tregua, por lo que gozó los ‘olés’ que retumbaron cerca del ocaso.

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