Ni los escándalos de corrupción ni la poderosa UEFA ni una amenaza de bomba en mitad del Congreso electoral de Zurich: nada puede derribar al suizo Joseph Blatter de la cima de la FIFA, donde ayer fue reelegido como presidente para un quinto mandato por cuatro años más.

El dirigente demostró sus dotes de superviviente y reafirmó su poder en medio de la tempestad, dos días después de que una redada policial terminara con la detención por sospechas de corrupción de siete altos dirigentes del ente rector del futbol mundial.

Su rival, el jordano Ali bin Al-Hussein, pudo haber llevado la votación a una segunda vuelta porque el suizo no logró los dos tercios necesarios entre las 209 federaciones de la FIFA, pero tras el 133-73 registrado en la primera rueda, el príncipe decidió renunciar y otorgarle el gane al suizo.

Las tensiones que se viven en la FIFA se reflejaron también en una falsa alerta de bomba que obligó a la revisión de la sala donde tenía lugar el Congreso, lo que demoró la votación.

“Soy un hombre de fe. Dios, Alá o quien sea nos ayudará a traer de vuelta esta FIFA. Al final de mi mandato, entregaré la FIFA a mi sucesor y será [una organización] más robusta”, indicó el suizo, insinuando así que el próximo será su último periodo.

Hace cuatro años prometió lo mismo, pero no lo cumplió. Si completa su mandato, el suizo cumplirá 21 años al frente del ente rector del futbol, sólo por detrás de los 24 de su predecesor y mentor, el brasileño Joao Havelange, y de los 33 del francés Jules Rimet.

“Un día negro en Zurich”: así calificó la reelección el portugués Luis Figo. “Que Blatter, que es el responsable de que la FIFA haya llegado al punto al que ha llegado hoy, haya sido reelecto muestra qué tan enferma está la organización”, afirmó el ex futbolista.

El holandés Michael van Praag, que al igual que Figo retiró su candidatura para apoyar al príncipe Ali, también tuvo duras palabras. “Tal vez perdimos una batalla, pero no la guerra. Voy a seguir luchando por una FIFA mejor”, acentuó decidido.

Blatter superó quizá el más explosivo de su extensa lista de Congresos, después de dos días donde la misma celebración de las elecciones se tambaleó bajo titulares sobre redadas, detenciones policiales y sobornos de altos dirigentes de FIFA.

“Unos 1,600 millones de personas participan activamente en el futbol. Es imposible controlar a todos”, se defendió el suizo: argumento incontrovertible si no fuera porque los siete detenidos el miércoles, en una operación anticorrupción, no eran desconocidos. Dos de ellos eran vicepresidentes de FIFA, el caribeño Jeffrey Webb y el uruguayo Eugenio Figueredo. El resto ocupaba cargos de alto nivel en federaciones o confederaciones. “Ofende la inteligencia de todos”, lanzó Figo.

La operación de la policía suiza formaba parte de una investigación del Departamento de Justicia de Estados Unidos, en el que 14 personas están acusadas de fraude y lavado de dinero, así como de pago y cobro de sobornos por los derechos de marketing de torneos internacionales.

“Por favor, deja la FIFA. Déjala estar”, le dijo a Blatter el francés Michel Platini, jefe de la UEFA. El escándalo había incendiado los titulares y provocado reproches incluso de los patrocinadores de FIFA. Visa advirtió que podría cancelar su contrato millonario. Coca Cola y Sony se unieron a la postura.

“Es demasiado tarde”, le respondió Blatter a Platini. Las elecciones de FIFA no se ganan en la prensa, sino en “petit comité”, tejiendo alianzas y traicionándolas, haciendo promesas e incumpliéndolas. Mucho de eso hubo la noche anterior al Congreso, en la que los ‘whatsapps’ estuvieron activos hasta de madrugada en los mejores hoteles de la ciudad.

Los votos que Ali pudo arañar en las Américas no fueron suficientes para contrarrestar el apoyo mayoritario a Blatter en África, Asia y Oceanía. Ni siquiera Europa votó unida por el jordano, como dejó claro el jueves el presidente ruso, Vladimir Putin, quien salió en defensa de Blatter.

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