El 4 de mayo de 2014, Mikel Arriola y su compañero disputaban el campeonato nacional de Jai Alai. En el punto 17, Arriola se desgarró un músculo. El resto del encuentro fue un doloroso esfuerzo; nada impediría, sin embargo, que 18 puntos más tarde, la dupla se coronara.

Es 2018 y Mikel Arriola enfrenta el juego de su vida. Es un juego democrático por la voluntad de los ciudadanos para convertirse en jefe de Gobierno de la CDMX. En esta ocasión, las lesiones existen en el gobierno al que aspira a suceder antes que en su persona. Deberá mostrar que su voluntad es tan fuerte como su disciplina y que la CDMX encontrará en él la oportunidad de construir un gobierno técnicamente eficaz y socialmente comprometido.

A sus 42 años, Arriola ha emprendido con éxito la reforma de una institución tan necesaria como compleja como es el IMSS. Desde su labor como funcionario federal modernizó la institución, eficientó sus procesos y estableció una agenda de género a favor de las mujeres de la CDMX. Ha promovido la apertura de clínicas de mama en la ciudad y las guarderías del IMSS se han incrementado para atender a más de 20 mil niños que pueden acudir a ellas y cursar hasta el primer año de preescolar.

Las capacidades de Arriola en el juego vasco de pelota son excepcionales, como lo son las pruebas de talento y trabajo que ha dado en el servicio público mexicano.

En el juego de cesta punta, el golpe seco y chirriante de la pelota contra el frontis a 300 kilómetros por hora produce un sonido intenso y distinto en cada cancha del mundo. Es el golpe de la piedra sobre la piedra (secreto del sonido inolvidable), que resulta en una especie de música para ejemplificar la inevitabilidad de la relación acción-reacción en el mundo físico y político. La pelota debe regresar a los pelotaris desafíando su destreza y trabajo conjunto para volver a salir disparada. El ciclo del movimiento en este deporte, el más veloz del mundo, rememora la simpleza y perfección de una danza.

Este juego de pelota es alegoría de la política. La cancha es símil del espacio público en el que el frontis, la pared izquierda y el rebote son el espacio de representación abierto a la mirada de todos y contienen la acción común. La pelota, roca cubierta de piel que choca contra la pared y vuelve a los jugadores, recuerda la velocidad de la acción y reacción políticas, así como la responsabilidad que corresponde a cada uno de los actores (jugadores) por cada una de ellas. En las virtudes del pelotari se encarnan la agilidad de respuesta que se exige a todo político que se respete; en la potencia de los lanzamientos que hacen más chico el frontis, la fuerza de quien puede enfrentar y hacer más pequeños los problemas sociales. En la imaginación y en la capacidad para hacer equipo, las virtudes de quien proyecta una sociedad mejor.

Un pelotari —se dice entre los que saben— nunca deja de serlo. Las capacidades y virtudes adquiridas, el olfato y la disciplina no se dejan atrás. Esa habilidades explican al servidor público capaz, técnicamente solvente, puntual, respetuoso del tiempo propio y el de los demás que es Mikel Arriola. Su éxito en el deporte es simplemente signo de un hombre de familia formado en la disciplina del deporte. Lo hecho en la cancha es un paralelismo que augura los logros que le esperan como jefe de Gobierno de la capital mexicana. Es un campeón pelotari admirable y un funcionario público que ha demostrado sus capacidades más allá de toda duda; porque Mikel cuenta con la capacidad de reacción, la velocidad y prudencia de juicio para transformar la Ciudad de México.

Presidenta de la Comisión de
Educación de la ALDF. Constituyente
de la CDMX. @cynthialopezc1

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