Varios visitantes del Museo Americano de Historia Natural descubrieron hoy que los fósiles que guardaban en casa eran tesoros históricos, entre ellos, una vértebra de plesiosaurio y parte de una mandíbula de mosasaurio, según los científicos del centro que los identificaron.

Este museo situado en Nueva York abre una vez al año sus puertas y herramientas a los hallazgos ciudadanos, desde conchas y rocas hasta insectos o plumas, en el llamado "Día de la Identificación": una jornada para "resolver el misterio" de esos objetos encontrados en algún lugar.

El paleontólogo Carl Mehling, quien ha participado en este evento anual desde 1999, destacó en conversación haber reconocido hoy un fósil de mosasaurio, un "lagarto gigante" presente en el período Cretácico.

A la mujer que llevó el trozo de mandíbula del animal extinto, Mehling le comunicó que era una pieza "muy, muy rara". De hecho, desde que el paleontólogo empezó a coleccionar estas piezas en 1998 había "encontrado exactamente cero" como aquella, le dijo a la visitante.

El museo recibe anualmente a ciudadanos que quieren conocer la historia de "piedras que han estado en casa durante décadas tras encontrarlas en una caminata", entre otros especímenes, y que cuando resultan ser "algo raro y especial" convierten la identificación en un momento "emocionante".

"No puedo decirles eso todas las veces, pero cuando lo hago, está bien", reconoció Mehling sobre una serie de objetos que son, en su mayoría, comunes.

No obstante, otra de las "cosas realmente geniales" que identificó junto a un equipo de científicos de otros departamentos durante la jornada fue una vértebra de plesiosaurio, otro animal acuático que se extinguió en el Cretácico.

Los visitantes salen del museo sabiendo un poco más sobre ese objeto que probablemente volverá a su estantería, ya que el centro no acepta donaciones si no puede probarse la legalidad de su origen.

El Día de la Identificación, en el que el paleontólogo ha trabajado durante casi 20 años, es "especial" en comparación con su rutina de trabajo en la colección, puesto que le permite encontrarse "cara a cara" con personas interesadas en historia natural que habitualmente envían correos electrónicos.

En otras ediciones del evento, los científicos del centro pusieron nombre a tesoros históricos como una mandíbula de ballena, una vértebra fosilizada de jirafa o una punta de lanza de piedra datada hace 5 mil años y procedente de Marruecos.

Según Mehling, el hallazgo que más cariñosamente recuerda llegó en sus comienzos en el museo, cuando una familia dejó sobre la mesa un objeto que había encontrado en una playa de Virginia.

"Lo reconocí enseguida: era parte del cráneo de una morsa, algo extremadamente guay porque ahora solo viven en el Ártico", comentó el científico. "Se quedaron tan emocionados por mi reacción que lo donaron al museo", añadió.

nrv

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