Un grupo de entusiastas de la danza y las artes marciales crearon en 2013 un proyecto denominado Wíinkilil que pretende rescatar diferentes movimientos corporales rutinarios y actividades tradicionales mayas para convertirlos en un arte defensa de origen mexicano.

El impulsor de esta propuesta creativa es Gervasio Cetto, quien en entrevista explicó que su formación en la danza y posteriormente en las artes marciales dio origen a este proyecto que explora diferentes mecanismos coreográficos para crear un arte marcial maya, que podría compararse con el Tai Chi.

Expuso que Wíinkilil en la cosmogonía maya significa “cuerpo-presencia”, una palabra que abarca conceptos como forma corporal, actividad física, personalidad e identidad, así como la espiritualidad.

“La idea fue concebida dentro del proyecto Movimientos Humanos en Peligro de Extinción de México (Mhepem), pretende resaltar la autodefensa por lo que representa artística y simbólicamente, para reflexionar sobre aquellos elementos de la cotidianidad, que pueden ser retomados en el contexto artístico contemporáneo”, explicó.

De ahí surgió un grupo multidisciplinario que ha trabajo en los últimos tres años en la transformación de diferentes movimientos corporales rutinarios y actividades tradicionales mayas en un arte defensa de origen totalmente mexicano y que ya ha realizado diversas presentaciones en varios puntos de la entidad.

En estos, el público observa movimientos como el masaje ka'ax, chapear, desfibrar del sosquil, la forma de peinar tradicional maya, la sobada de las parteras, sacar agua del pozo o el corte del henequén que son reinterpretados para adquirir un nuevo significado.

“Lo que en la cosmogonía maya alude a la forma, al movimiento y la identidad del cuerpo, es lo que el espectáculo interdisciplinario usa para ser una ventana hacia el mundo marcial, basándose en el conocimiento de las actividades autóctonas, muchas de las cuales también están en peligro de caer en desuso”, abundó.

La obra también conjuga el trabajo creativo de bailarines, artistas visuales, coreógrafos, actores y músicos, con el objetivo de crear una pieza que coloca el pensamiento coreográfico más allá del escenario para relacionarse de manera directa con temas de salud, educación y de rescate patrimonial, precisó.

Aunque aseguró que cada presentación es diferente en desarrollo del programa consta de cuatro etapas.

“En la primera, el espectador podrá apreciar simultáneamente la actuación de un performer y la proyección de un video, ambos sobre el accionar corporal característico de las dinámicas indígenas abordadas en la presentación”, dijo.

Luego, continuó, exhiben cómo los movimientos tradicionales van transformándose en técnicas de defensa personal, dando al público los matices iniciales de la trama y ejemplos de pelea y la aplicación de éste en una situación de ataque.

En la tercera etapa, se presenta una clase de entrenamiento de Wíinkilil, a manera de exhibición de artes marciales, acompañando cada secuencia con un sonido que apoya la intención del movimiento.

Por último, se recrea un combate usando la nueva técnica defensiva, apoyándose en la coreografía para dar expansión y fuerza a los trazos.

“Como mencioné esa es la secuencia, sin embargo cada presentación es diferente pues la interacción con el público también impacta en la dinámica de cada presentación, lo que también forma parte de la idea original de la obra”, abundó.

“Desde un principio la idea era incorporar al público el proceso creativo para la transformación de los movimientos tradicionales, pues la idea es evitar que esos movimientos desaparezcan y para ello se necesita definitivamente de que la gente se identifique y tome parte de este proceso”, añadió.

nrv

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