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El nombre de William Gadoury, un joven canadiense de 15 años, le dio la vuelta al mundo esta semana gracias a una investigación en la que apuntó que con la ayuda de imágenes satelitales y Google Earth habría hallado una antigua ciudad maya, hasta ahora desconocida, en la península de Yucatán.

La noticia, originalmente publicada en el diario canadiense Le Journal de Québec, el 7 de mayo, corrió como pólvora en redes sociales y comenzó a ser retomada por portales de noticias y periódicos. Además de las imágenes de Google Earth que indicaban la presencia de una superficie que podría ser parte de la ciudad que Gadoury bautizó como “Boca de Fuego”, algunos medios añadieron videos que recreaban la vida del adolescente con imágenes del propio Indiana Jones.

Según Gadoury, los mayas establecían sus principales ciudades en función de la posición de las estrellas en las constelaciones. Para ello, indica el diario canadiense, el joven se basó en las constelaciones que se encuentran en el Códice de Madrid y las comparó con el mapa de Google Earth. El resultado fue que algunas estrellas correspondían con la ubicación de 117 ciudades mayas, pero al analizar una de las constelaciones que debería concordar con tres ciudades, sólo halló dos en el mapa de Google, por lo que supuso la existencia de una ciudad no conocida. Con la ayuda de imágenes del satélite RADARSAT-2, que le facilitó la Agencia Espacial Canadiense (CSA, por sus siglas en inglés), el joven habría ubicado esa metrópoli al sur de Campeche, a unos 40 kilómetros de Calakmul. Boca de Fuego, indicó el diario canadiense, tendría una pirámide de 86 metros, es decir, mucho más alta que la de Toniná (75 metros), considerada la más alta.

Sin embargo, desde que esta noticia se propagó, arqueólogos y especialistas en la cultura maya manifestaron sus dudas y rechazaron las conclusiones a las que llegó Gadoury con ese proyecto que comenzó en 2014, cuando ganó un concurso de ciencias en Quebec.

Consultados por este diario, investigadores canadienses que han apoyado el proyecto del joven, reconocieron que la información se propagó de manera incorrecta, pues se trata de un proyecto aún en proceso, que es parte de un concurso y que para ser validado debe ser publicado en una revista científica.

“Se supone que no debió divulgarse ninguna información porque se trata de un proyecto que irá a un concurso y que todavía tiene elementos que hay que seguir investigando”, comentó vía telefónica Armand LaRocque, del Laboratorio de Teledetección de la Universidad de New Brunswick. El concurso, dijo, se realizará en Montreal la semana que viene.

“Las imágenes de satélite no confirmaron nada, sólo sugirieron que debajo de la selva podrían situarse estructuras hechas por el hombre. Para ser totalmente confirmado, un equipo de arqueólogos debería visitar el sitio. En este momento, es sólo una hipótesis”, explicó por su parte Daniel de Lisle, de la CSA, vía correo electrónico.

El papel de la Agencia en este proyecto, explicó De Lisle, fue proporcionar las imágenes satelitales. “No es papel de la CSA validar la investigación. Nuestro papel es estimular la investigación, proporcionando imágenes de satélite a los científicos. El proceso de validación se debe hacer con exámenes y publicaciones científicas. William fue invitado a publicar sus resultados porque con este proyecto ganó un premio en una Feria de Ciencias”, aclaró.

Las dudas. En México, especialistas en epigrafía y arqueoastronomía reconocieron el ejercicio intelectual que realizó William Gadoury, pero rechazaron la idea de que los mayas establecieron sus principales ciudades en función de las constelaciones y pusieron en duda el método utilizado por el canadiense para correlacionar las constelaciones con los asentamientos mayas que se tienen registrados.

“Las constelaciones que los antiguos mayas veían  no son las mismas que vemos nosotros porque asociar figuras en el cielo con estrellas es bastante subjetivo y varía de una cultura a otra. Lo que sabemos  acerca de las constelaciones que los mayas observaban es muy limitado y no hay ningún documento, en ningún códice ni nada,  que sugiera que los mayas reproducían su geografía política a partir de la configuración de las estrellas”, explicó Érik Velásquez García, experto en escritura jeroglífica maya, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. “Fuera de las Estrella Tortuga (Áak Ek), que forman parte de nuestra constelación de Orión, y de las estrellas del Cascabel de Serpiente (Tzáab), el resto de los pocos datos que nos han llegado sobre las constelaciones mayas son bastante imprecisos, inseguros y polémicos, pues cada mayista o investigador moderno tiene sus hipótesis”, dijo.

Lo mismo explicó Jesús Galindo Trejo, del Instituto de Astronomía de la  UNAM , quien aseguró que reconocer constelaciones es tan subjetivo como ver figuras en las nubes. “Cada cultura tiene su forma propia de identificación de las constelaciones. En Occidente tenemos la constelación de Pegaso, pero en Mesoamérica nunca habrían tenido esa constelación porque no había caballos y tampoco tenían alas; los mayas veían, por ejemplo, una tortuga porque las conocían”.

Además, explicó, hay que partir del principio básico de que con los años las estrellas en el cielo cambian de posición. “Si no tenemos una idea clara de cuándo se hizo la observación y el registro, sobre todo cuando vemos al pasado y tratamos de verlo con el cielo de ahora, podemos estar viendo un cielo que aquellos nunca vieron”, dijo.

El arqueólogo Arturo Montero, también especialista en arqueoastronomía, consideró que hay que tomar en cuenta que las ciudades mayas no se fundaron en el mismo momento, por lo que no se podrían alinear de manera arbitraria sobre un mapa. Para ejemplificar la constelación de Leo, Gadoury propone una alineación entre Tulum y Cobá, cuyas temporalidades son diferentes. La primera es del 564 d. C; la segunda va del 100 a.C al 1450 d. C.

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