Juana Ramírez de Asbaje (1651-1695), la monja jerónima del Siglo XVII novohispano famosa por su nombre religioso: Sor Juana Inés de la Cruz, y por los dos epítetos que llevó en vida, “Fénix de México” y “Décima Musa”, es autora de sonetos, romances, redondillas, endechas, liras y poesía, y de dos obras para teatro.

La célebre escritora incursionó en otros géneros líricos y a ella se deben villancicos, una serie de composiciones sencillas, al contrario que sus loas.

Esas composiciones, simples y populares, se cantaban en los maitines de las fiestas religiosas, de modo especial durante las de Navidad. Cada juego de estas piezas tiene formato fijo, de nueve composiciones.

De manera genérica, los villancicos sirven para celebrar algún hecho religioso y los hay en una gama de tonos poéticos muy variada, desde lo culto y exquisito hasta lo popular y natural. Si bien los villancicos incluían con frecuencia textos en latín, se desviaban hacia lo popular, con la idea de atraer la atención del pueblo y generar una alegría generalizada.

Al igual que otros autores barrocos, Sor Juana tuvo absoluto dominio de la poesía popular y como ejemplo de eso, ahí están sus villancicos. Ella captó y supo difundir la tan jovial comicidad y gustos simples del pueblo. Cantados en los maitines, los villancicos tienen una configuración dramática, por los distintos personajes que intervienen en ellos.

En “Los villancicos al glorioso San Pedro”, Sor Juana muestra a ese apóstol en una franca posición de guía de la justicia verdadera. En otro, la “Décima Musa” presenta a la Virgen María como patrona de la paz y defensora del bien, y a Pedro Nolasco como libertador de los negros. Al mismo tiempo reflexiona acerca de la vida de ese grupo social en su ápoca.

“Los Villancicos del Nacimiento”, interpretados en la nave mayor de la Catedral de Puebla, durante la Nochebuena de 1689, así como los que escribió en 1690 especialmente para rendir tributo a San José, igualmente cantados por vez primera en la catedral de la angelópolis, son otros temas de este formato famosos de Sor Juana.

De acuerdo con Lourdes Aguilar Salas, profesora investigadora de la Universidad del Claustro de Sor Juana (UCSJ), los años de nacimiento y muerte de esta autora han sido discutidos, sin embargo, se puede concluir que nació el 12 de noviembre de 1651 (muchos años se pensó en la fecha 1648), y falleció el 17 de abril de 1695.

La semblanza familiar de la niña Juana Inés inicia con la llegada a México de sus abuelos maternos, Pedro Ramírez de Santillana y Beatriz Rendón, quienes al parecer venían de Sanlúcar de Barrameda (Andalucía) y se instalaron entre los pueblos de Huichapan y Yecapixtla. De esta pareja nació, entre 11 hijos, la que fuera madre de la poetisa, doña Isabel Ramírez.

Ella habría de conocer en San Miguel Nepantla al capitán de origen vasco Pedro Manuel de Asbaje y Vargas Machuca, con quien procreó a tres mujeres: María, Josefa y Juana Inés. Tiempo después el militar desapareció de la vida de Isabel, uniéndose ella a otro capitán, Diego Ruiz Lozano, con quien procreó a Diego, Antonia e Inés.

La pequeña Juana Inés, explica la doctora Lourdes Aguilar Salas, creció principalmente entre las haciendas de Nepantla y Panoaya, cuidada por su abuelo materno, quien criaba ganado y sembraba maíz y trigo; se sabía que en la labranza ocupaba esclavos negros y mulatos. Los abuelitos maternos de Juana Inés murieron entre los años 1655 y 1657.

Así, la madre de Sor Juana se hizo cargo por completo de las haciendas, y por esos años nacieron sus medios hermanos. Ella compuso su primera “Loa al Santísimo Sacramento” en 1657. Según su biógrafo, el padre Diego Calleja, pudo haberse trasladado a la capital de la Nueva España a los ocho años de edad, aunque lo más certero que se conoce es a partir de los 15.

Su vida cambió en la Ciudad de México. Primero llegó a casa de su tía María, donde aprendió labores femeninas y empezó a recibir sus primeras lecciones de gramática latina con el bachiller Martín Olivas.

En 1665, Juana Inés ingresó a la Corte Virreinal, y el 14 de agosto de 1667 al convento de San José de carmelitas descalzas.

El 18 de noviembre del mismo año lo abandonó, por no aceptar las durezas de la orden teresiana. La profesora investigadora señala que en febrero de 1668 ingresó como novicia al convento de San Jerónimo, (fundado en 1585) donde practicó la regla de San Agustín. A ella le gustó y profesó como religiosa en este convento el día 24 de febrero de 1669.

Una primera enfermedad del tifus la puso en verdadero peligro hacia el año 1671 o 1672. La joven monja pasó en este lugar el resto de su vida, aproximadamente 27 años, en los que sobresalió en las letras y administración del convento, del que fue contadora durante nueve años, por sobre la labor religiosa, a pesar de que la cumplía cabalmente.

Su buena relación con la Corte le permitió escribir más cada día. En 1676 se publicaron algunos de sus villancicos que continuarían hasta 1691. La mayor parte de su obra se publicó en “Inundación Castálida de 1689”. Esa edición española dio a conocer todos los poemas de Sor Juana, esos que la habían consagrado más como poeta que como monja.

Escribió a la vida, al amor y a los requiebros de los desamores. Según la misma fuente, creó sonetos, romances, redondillas, endechas, liras y otros géneros líricos.

Además, fue autora de dos comedias para teatro, “Los empeños de una casa” (estrenada en 1683) y “Amor es más laberinto”. La primera es toda de ella y la segunda en colaboración con Juan de Guevara.

En 1692 se publicó el segundo volumen de sus obras, y entre 1692 y 1693 escribió sus “Enigmas para la Casa de placer de las monjas portuguesas”. En 1693 dejó de acudir al locutorio e inició un silencio sin retorno.

Un año después ratificó sus votos religiosos y el 17 de abril de 1695 murió como consecuencia de la enfermedad epidémica de la época, el tifus.

Se le sepultó en el coro bajo de la iglesia del templo de San Jerónimo, actualmente ex templo de San Jerónimo y sede de la Universidad del Claustro de Sor Juana (UCSJ).

Finalmente, la doctora Lourdes Aguilar Salas informó que en 1700 se publicaron, en Madrid, sus “Obras póstumas”. Actualmente el féretro con los restos de Sor Juana se puede admirar en la UCSJ.

sc

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