Durante casi un siglo, el mítico compositor griego Mikis Theodorakis, que hoy cumple noventa años, ha esparcido sus ideas izquierdistas y el sonido grandilocuente de sus partituras por teatros y auditorios del mundo entero, luchando por devolver a Grecia eso que el país pide a gritos: dignidad.

Cuando a nadie le sonaban los nombres de Yannis Ritsos, Odysséas Elýtis y Yorgos Seferis, tres de los poetas helenos más importantes del siglo XX (dos de ellos con un Premio Nobel en su haber), Theodorakis convirtió sus versos en música y se los llevó de paseo por el mundo.

De pronto, el gran público reconocía en el eco de esa poesía contemporánea la lengua de los antiguos filósofos, e insuflaba orgullo dentro del país entregándole en bandeja las palabras de sus intelectuales, que a partir de entonces se cantarían de memoria.

Corrían los primeros sesenta y Theodorakis acababa de volver a Grecia por la puerta grande tras su etapa de formación en París.

Allí se había empapado de la tradición occidental, una de las claves que le elevaría después a la categoría de maestro al recorrerla entera en sus composiciones.

Desde el academicismo clásico a los cánticos populares han pasado por las manos del griego, que puso música a películas tan conocidas como Estate of Siege, del director heleno Costas-Gavras, o Zorba The Greek, cuyo tema central se convertiría en un símbolo para Grecia, como lo hicieron también sus canciones de la resistencia.

Cuando el país cayó bajo las manos de la dictadura de los Coroneles, Theodorakis respondió trabajando sin cesar en lo que mejor se le daba: componer y comunicar la necesidad de buscar el camino para unir al pueblo en la lucha contra la desigualdad.

Países como España, Portugal, Palestina, Kurdistán o Irán, así como personalidades de todo el mundo como Fidel Castro, Pablo Neruda, Salvador Allende, François Mitterrand y Arthur Miller le adoptaron como un símbolo internacional contra el fascismo.

Desde pequeño, tras nacer en la isla de Quíos en el mar Egeo, Theodorakis se había posicionado en el lado izquierdo del tablero, en una política que debía poner a la gente en el centro y combinar audacia, altruismo y solidaridad frente a la injusticia.

Precoz como solo pocos genios pueden presumir de ello, con menos de veinte años hizo su primer concierto sin ni siquiera formación, y mientras participaba en la resistencia contra la Italia y Alemania fascistas, ayudando a familias judías a escapar de las autoridades.

Cuando en el año 63 una organización parapolicial del Estado griego asesinó al médico, atleta y político Yorgos Lambrakis al volver de una manifestación por la paz, no pudo quedarse al margen.

La reacción de Theodorakis fue fundar y liderar las Juventudes Lambrakis y ocupar su asiento en el Parlamento para mantener su legado en la alianza de socialistas y comunistas, en lo que sería solo el inicio de su presencia en el hemiciclo.

La militancia le llevó a ser capturado y torturado, a sufrir en carne propia las consecuencias del autoritarismo, con huelgas de hambre incluidas, y ser forzado al exilio.

Todo ello sin dejar de escribir himnos libertarios que interpretaban desde fuera de las fronteras sus dos musas, también ilustres griegas exiliadas, Melina Mercuri y Maria Faranduri.

Por supuesto, una personalidad tan desbordante no esquiva las contradicciones: afiliado primero a los comunistas, participó en Ejecutivos socialdemócratas y acabó como ministro en un Gobierno liderado por el político conservador Konstandinos Mitsotakis.

Su ideología, siempre entre el internacionalismo y un fuerte patriotismo, no se había desviado, sino que consideraba que en tiempos difíciles había que mostrar unidad para salir adelante.

Ni se dejó amedrentar cuando fue amenazado por el grupo terrorista de afiliación comunista 17 de Noviembre. "No estoy interesado en la bandera de los asesinatos", afirmó Theodorakis

La polémica volvió en 2003, cuando hizo unas declaraciones sobre judíos en las que afirmó que eran "la raíz del mal".

Si las salidas de tono de Theodorakis dolían en Grecia, es porque se había ganado a pulso el estatuto de voz autorizada, algo que no ha rehuido tampoco en estos últimos tiempos.

Uno de los capítulos más recordados es su participación al frente de una manifestación antiausteridad junto al también histórico de la resistencia Manolis Glezos, cuando una carga policial con uso de gases lacrimógenos hizo que manifestantes corrieran a protegerlos.

A pesar de silencios intermitentes y algún que otro ingreso en el hospital por motivos de salud, Theodorakis ha mantenido intacta su esencia crítica, también desde la llegada al poder este enero del Gobierno de la izquierda alternativa de Syriza.

Siempre vigilante, dio su bendición al primer ministro, Alexis Tsipras, pero le avisó de que no hiciera lo mismo los anteriores y firmara un tercer rescate, algo que ya está en proceso.

sc

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