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La escritura puede ser la única vía para redimirse, para sanar o para ser libre cuando se purga una pena. Mujeres, varones y jóvenes en reclusión han hallado en la escritura autobiográfica o en el género testimonial una posibilidad de reencuentro con sus historias personales; detonar esos relatos ha sido la vocación de instituciones culturales, educativas y de la sociedad civil, como el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) y Documentación y Estudios de Mujeres ( Demac), a través de cursos, talleres y visitas literarias.

Revistas, libros, premios literarios y programas académicos han generado estas iniciativas que se imparten en reclusorios varoniles, femeniles y tutelares para menores infractores, sobre todo de la Ciudad de México, pero también en Ciudad Juárez, Puebla, Zacatecas, Morelos, Tapachula, e incluso en las Islas Marías.

Desde finales de los 80, en México, escritores, promotores de la lectura y gente de la sociedad civil como Josefina Estrada, Mario Rey, Androna Elías Calles y Jonathan Minila, han trabajado, trabajan o dirigen proyectos como “Visitando a los lectores” y “Mujeres hechas de palabras”; así como las licenciaturas que la UACM imparte en casi todos los centros de readaptación de la Ciudad de México, que en general cuentan con el apoyo institucional de la Secretaría de Seguridad Pública federal y local.

Una de las iniciativas más antiguas es la de “Visitando a los lectores”, del INBA, que nació a principios de los años 90 con la idea de sensibilizar al público a través del encuentro con lectores, como señala Jonathan Minila, subdirector de la Coordinación Nacional de Literatura, quien asegura que se visitan varios reclusorios y centros de readaptación social.

“Durante este año hemos trabajado con el Reclusorio Preventivo Varonil Oriente, con el Centro Varonil de Reinserción Social de Santa Martha Acatitla, la Penitenciaria del Distrito Federal, el Centro de Sanciones Penales Varonil Oriente y el Centro Varonil de reinserción social sur, entre muchos otros centros, a donde hacemos, sobre todo, presentaciones de libros y lecturas, acuden autores jóvenes de editoriales independientes”, indica.

Minila asegura que la propuesta es que los autores van al centro, hablan de sus libros y generalmente se da una charla con los reclusos, en actividades que normalmente duran un par de horas y en las que participan alrededor de 30 personas o a veces más. Las visitas son dos veces al mes, lo que suma unas 24 visitas a estos espacios.

Justo en 1993, la escritora y periodista Josefina Estrada comenzó un curso de 10 sesiones como parte del programa impulsado por el INBA.

Ese fue el primer curso de varios que dio a lo largo de unos siete años y que generó varios libros, entre ellos Mujeres de oriente y editó y cuidó Me dicen la narcosatánica. Sara Aldrete.

“Yo entré en el 93 porque me enteré que el INBA estaba enviado escritores a dar talleres, eran 10 sesiones. Yo fui por primera vez a Tepepan y ahí me quedé varios años, doblando turno, porque nada más eran dos horas y yo daba cuatro. Dos horas a las que quisieran trabajar el género testimonial, como cartas, diarios, autobiografía, crónica; y el segundo turno era para quien quisiera trabajar novela o cuento. Me quedé muchos años, tres o cuatro en Tepepan, ya sin sueldo y con un compromiso con las mujeres que estaban ahí, es un trabajo muy demandante, requiere de mucha entrega, sentido común, temple, carácter y querer compartir”, afirma la escritora.

Estrada además trabajó con reclusas de San Martha, Ecatepec, e incluso viajó en intercambio a Colombia, donde también trabajó un libro que permanece inédito, igual que el que hizo en la cárcel de Ciconautla, en Ecatepec.

Otra instancia que trabaja solamente con mujeres reclusas es Documentación y Estudios de Mujeres (Demac), una asociación civil que promueve la escritura autobiofgráfica con mujeres y con reclusas desde 2003. A lo largo de estos años ha dado cursos a miles de mujeres, tan sólo han publicado 310 autobiografías de mujeres en reclusión en 15 libros. Eso sin contar las obras ganadoras del Premio Nacional DEMAC Penitenciario. Para mujeres que se atreven a contar su historia.

Androna Elías Calles, coordinadora del proyecto Penitenciario, asegura que Demac trabaja en los Ceresos desde 2003. “Comenzamos en Puebla y continuamos ahí, que es el único Cereso en el que hemos logrado trabajar ininterrumpidamente; tenemos sedes en Puebla y Chihuahua, pero también hemos trabajado en los Ceferesos de Morelos, Zacatecas, Chihuahua y Ciudad Juárez. A veces se dan talleres de seis meses, pero generalmente sólo damos el taller exprés, un sólo día y en cuatro horas, que se llama ‘Demac, para perder el miedo a la escritura’”.

Androna Elías Calles asegura que 80% de las mujeres que escriben su autobiografía tiene una transformación extraordinaria, porque lo que se logra es cierto grado de autonomía emocional. “Llevamos un par de años metiendo muchos recursos humanos y económicos en la digitalización de todas las autobiografías para que la gente las pueda descargar gratis en la página ”, señala la promotara de la escritura.

Otro proyecto de gran valor que trabaja con reclusos es el de la Universidad de la Ciudad de México, éste hace un trabajo académico a través de ofrecer clases de licenciatura a reclusos. Uno de los profesores de esos cursos académicos es Mario Rey, quien relata que él imparte la materia de Creación literaria y ha tenido resultados fantásticos porque algunos alumnos tienen una gran capacidad narrativa.

“La universidad propone un programa lo más cercano al normal, hay límites obvios porque están en el encierro, pero finalmente los cursos y el plan de trabajo es muy normal. Cada año la universidad abre inscripciones, toman los cursos por semestre, los cursos normalmente arrancan con 40 inscritos, de los cuales realmente 20 o 25 continúan, después, claro, hay abandono, pero es dentro de lo normal”, dice.

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