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Después de 37 años, la arqueóloga Pilar Luna (Tampico, 1944) ha decidido dejar las riendas de la subdirección de Arqueología Subacuática del INAH, área que fundó y dirigió desde su creación en 1980. Con su renuncia, la investigadora de 73 años termina una gran época de su vida, una que comenzó hace más de cuatro décadas, cuando decidió abrir brecha en una disciplina entonces desconocida en México. Alumna de George F. Bass, considerado a nivel mundial como el padre de la arqueología subacuática, Luna ha buceado más de la mitad de su vida buscando tesoros culturales bajo el mar y ha librado batallas contra quienes no ven más allá de su valor económico y comercial.

En entrevista, quien ha sido reconocida por su trabajo a nivel internacional asegura que deja el cargo para que sean los jóvenes investigadores quienes tomen la estafeta de esta área que requiere de mucha energía y, sobre todo, esfuerzo físico. En el cargo la sucede el arqueólogo Roberto Junco, quien ha colaborado con ella en diversos proyectos de investigación.

Termina una época en la Subdirección de Arqueología Subacuática. ¿Qué le hizo tomar esa decisión?

Efectivamente, termina una gran época de mi vida que comenzó hace 46 años, cuando empecé a inquietarme por saber qué pasaba con el patrimonio cultural que estaba sumergido en las aguas de México y del mundo. El área de Arqueología Subacuática se creó hace 37 años y desde entonces he tenido el reto y honor de dirigirla, pero una de mis intenciones ha sido formar gente y me empeñé en hacerlo siempre. Por alguna razón u otra fue hasta en estos últimos años que sentí que ya había gente muy capaz para tomar las riendas. Es decir, hacer un cambio de estafeta. Créame que lo pensé mucho y dije: “es el momento”, porque uno tiene que saber cuando bajarse para que los otros que están en plena edad, en forma, energía y capacidad, puedan seguir llevando esta área adelante. No me voy todavía, me quedo como investigadora y sobre todo con un proyecto que es muy importante y complejo, pero que está dando muchos resultados, Hoyo Negro, en Quintana Roo, el de la mujer más antigua en América. Y tengo muchas cosas en el tintero, que se han quedado ahí por falta de tiempo.

¿Qué tipo de proyectos? ¿Hay algún libro?

Así es. La idea es seguir produciendo. Quiero sacar un libro sobre la arqueología subacuática en México. Ya son 37 años ejerciéndola y hay mucho que contar. También seguiré participando en congresos, conferencias, pero sin la carga administrativa y las gestiones de toda el área, que toman mucho tiempo y requieren mucho esfuerzo. Ahora ya está al frente Roberto Junco con toda su energía y su juventud, y tiene como reto que el área nunca vaya para abajo, sino que siempre vaya para arriba.

Es un área que conoce bien, la creó, la dirigió durante estos años. ¿Qué retos enfrenta esta subdirección?

Ahora es un momento muy difícil en términos financieros, creo que es una situación generalizada y en nuestras áreas de cultura siempre es un tema muy complejo porque nos cuesta trabajo sacarlo adelante. Independientemente de eso hay que seguir ingeniándosela para conseguir recursos de terceros, de gente que nos pueda pagar en especie alguna embarcación, por ejemplo. Todo esto va ayudándonos a sacar proyectos y a atender denuncias que se presentan sobre este patrimonio, que es un universo enorme. Los retos son contar con los recursos financieros y humanos, capaces para hacer esta tarea. Me voy tranquila, dejando un equipo bien consolidado, con gente joven pero muy talentosa. Me toca ahora acompañarlos de ladito.

Al ser una disciplina relativamente joven, ¿qué tan difícil ha sido encontrar a las personas que quieran continuar con este proyecto?

Ha sido una parte muy difícil porque casi nadie la conoce y los jóvenes ven una parte muy atractiva, un lado dorado, pero hay que tener mucha capacidad para poder hacer el trabajo arqueológico en un medio acuático, dependemos de un suministro de aire, hay que sujetarse a reglas muy puntuales para no tener accidentes de buceo que pueden llevar hasta una parálisis y a la muerte. La arqueología es fascinante y la subacuática es, para mí, doblemente fascinante porque es la mezcla de un deporte con una ciencia, pero tiene uno que estar muy cómodo dentro del contexto para poder enforcarse en lo arqueológico y no perder de vista que uno está en un ambiente ajeno. Esa es una parte que ha hecho que algunos que entraron con mucho entusiasmo se toparon con una realidad que demanda severas condiciones físicas, mentales e intelectuales.

¿Esto hizo que se mantuviera al frente del área tantos años?

No es porque yo me haya aferrado. Ha sido un privilegio, mucha veces hubo momentos muy difíciles, depresiones, incluso momentos en que quería tirar la toalla, pero no había quien la recogiera, pero gracias a Dios ahora sí. No es que vote la toalla, sino que siento que es el momento en que la gente que tiene la capacitación ya la puede tomar. Quizá no tiene la capacitación en términos de tener una licenciatura o una maestría específicamente en arqueología subacuática, pero sí tienen una formación en arqueología, historia, biología o geografía, y eso es muy importante. Alguien lo decía hace muchos años y lo digo ahora: es mucho más fácil hacer a un arqueólogo buzo, que a un buzo arqueólogo. Y esto es porque la arqueología es una disciplina científica, una carrera en la que nunca terminas de prepararte; el buceo es una técnica, es algo que se aprende, pero la formación científica es la que tiene que regir la actividad.

¿Y qué novedades hay sobre los estudios al esqueleto de Naia?

Se hicieron estudios óseos y muestran una carencia de alimentos muy fuerte. También sabemos que Naia, a pesar de estar a 20 kilómetros del mar, su alimentación no era de proteína marítima, sino que básicamente se alimentaba de los animales, frutos y semillas, cuando había, sino pasaba hambre. Su dentadura refleja muchas caries, derivadas de la fructuosa, del azúcar de la fruta... Vimos también que tuvo una fractura en el brazo derecho, antes de que ella muriera, parece un jalón, una marca de violencia en su cuerpo. Para lograr esto es importante los análisis de ADN antiguo... Poco a poco estamos aprendiendo de ella, Naia, que tenía entre 16 y 17 años, tiene mucho más que contarnos sobre su dura vida, también de lo que pasó en la Península de Yucatán en su época. Naia es hasta ahora el único esqueleto hallado en esa oquedad, pero también hay fauna extinta de hasta hace 40 mil años de antigüedad. Estamos seleccionando aquellos especímenes que puedan ayudarnos a completar el panorama de lo que pasó ahí desde hace 40 mil años. Hoyo Negro es una oquedad que encierra mucha información, es una cápsula de tiempo maravillosa.

En estos 45 años, ¿cuál ha sido la mejor experiencia de inmersión que tuvo y que le marcó?

Yo diría que la suma de todas porque cada una ha sido diferente, no sólo por las condiciones extremas de la visibilidad de agua, de la profundidad, la temperatura o los animales que te puedes topar, sino porque cada día somos diferentes, eres otro cada día, tu cuerpo, tus ánimos y así vives cada experiencia. De la suma total, lo que más me ha dejado el buceo son momentos de gran espiritualidad.

¿Por qué?

Porque son momentos en los que estás solo contigo, tienes que estar muy dentro de ti. Cuando buceaba estaba totalmente enfocada en el trabajo, pero en las paradas de descompresión, que eran paradas muy largas, de hasta una hora y que no puedes hacer mayor cosa que lo que indica tu tabla de buceo, en esos momentos hay un viaje a tu interior, es como tener un encuentro con Dios y contigo mismo.

Ha dicho que es una disciplina que requiere de mucho esfuerzo ¿Ha sido difícil para usted como mujer?

No ha sido fácil porque sí hay actividades que son solo para el género masculino y las actividades que desde muy temprano tuve que hacer en barcos de la Armada, pues las mujeres no éramos bien vistas en los barcos, era muy difícil que nos aceptaran. Alguna vez le pregunté a un explorador: ¿Y cuándo vas a llevar mujeres? Y él me dijo: “no, eso no, porque la mar es muy celosa”. Ha sido un trabajo de ir poco a poco y creo que el secreto ha sido ser una profesional, trabajar como profesional y exigir ser tratada así, no por el género sino por los resultados de mi trabajo. He tenido mucha suerte porque, por ejemplo, después de haber sido recibida con cierto recelo para dirigir una campaña en un barco de la Armada, al final el capitán reconoció y me pidió disculpas diciendo que fui una profesional. Y esas son experiencias que se quedan en el recuerdo y en el corazón para toda la vida.

¿Qué destaca de esos 46 años de trayectoria?

Ha sido una vida muy enriquecedora, privilegiada porque lo he sabido tomar como un reto. A veces hubiera querido tener a alguien que me dirigiera, que me llevara de la manita, pero no. Me tocó abrir brecha, agarrar el machete e ir cortando para que yo caminara y los que vienen atrás de mi también. Todo ese proceso ha tomado dos terceras partes de mi vida, pero ha sido muy enriquecedor al final del día. Eso no quiere decir que no hayan habido lágrimas, dudas, fracasos, incertidumbre, miedo, pero también hubo muchas satisfacciones, alegrías. Ha sido una era que termina, pero muy enriquecedora, que me ha permitido crecer como persona, como investigadora, y me ha hecho un mejor ser humano.

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