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Jean Meyer no imaginaba que a la muerte de sus padre le ocurriría lo que le ocurrió a los hijos de Juan Rulfo, que un buen día, tras morir el autor de Pedro Páramo, buscando hallaron una caja llena de fotografías. Lo que halló Jean Meyer fue aun más intrigante, una caja de cartón atada con mecates que contenía una leyenda escrita a mano por su padre: “Mi autobiografía”.

Cuando le contó el hallazgo a un amigo, médico cirujano, éste le recomendó: “No lo abras. Quema todo”. Por supuesto su espíritu de historiador curioso pudo más que su temor a descubrir historias terribles. El investigador nacido en Niza en 1942 no se arrepiente de haberse adentrado a ese territorio oculto: descubrió la historia de su padre, un hombre que padeció las guerras mundiales, la persecución, el exilio y la cárcel, y al mismo tiempo descubrió su propia historia.

El hallazgo se convirtió en una revisión profunda: El libro de mi padre o una suite europea (Secretaría de Cultura, CIDE, Tusquets), un libro que puede leerse como una novela de aventuras o una crónica de hechos históricos ocurridos en el siglo XX, en la frontera entre Alemania y Francia, especialmente en la provincia de Alsacia.

“Lo que descubrí en esa caja de cartón, llena de polvo y amarrada con mecates, fue que desde los 12 años mi padre llevaba una bitácora, un diario. Estaba allí la historia de una vida, el encuentro con mi mamá, el nacimiento del primer hijo, luego el nacimiento de mi hermana; pero al mismo tiempo vi el desarrollo de una personalidad, sus pasiones, sus miedos, sus angustias de adolescente”, señala Jean Meyer.

El historiador y colaborador de EL UNIVERSAL afirma en entrevista que la autobiografía de su padre fue más allá y por eso le puso de subtítulo Una suite europea, pues en el marco de esa vida estaba el conflicto entre Francia y Alemania.

“Mi padre nació en Estrasburgo, capital de la Alsacia, hoy sede del Parlamento Europeo, pero anexado por los alemanes en 1870, recuperado por Francia en 1918, reanexada por Hitler en 1940, recuperada por Francia en 1945 y Europa es la solución para poner fin a un pleito que parecía imposible de resolver. Es la historia de un hombre, la historia de una familia, de una provincia, de dos naciones, de Europa. Casualmente lleva al Concilio vaticano II, que es historia mundial”, dice.

Esa historia mínima de su padre le sirvió a Meyer para relatar una gran historia mundial de entre guerras. “Luis González, el gran historiador mexicano, escribió la historia de su pueblo en Pueblo en vilo y puso como subtítulo Microhistoria de San José de Gracia. Efectivamente es la historia de su pueblo, 10 mil habitantes, pero es la historia de México. Es toda la historia de México en una nuez. De cierta manera es un poco eso, es una microhistoria pero que desemboca y cada rato abre ventanas sobre acontecimientos mayores”, reconoce el historiador.

El autor de La Cristiada y Manuel Lozada, el tigre de Álica reconoce que a partir de la historia de su padre, de su bitácora de vida, él descubrió su propia historia y la de su familia. Dice que nunca vio a su papá escribir en su diario que llega hasta 1965, pero que al revisarlos puede ver todos los pasajes autobiográficos y recuerdos de infancia que de repente volvieron o se le despertaron al ir leyendo.

“Entendí por ejemplo que él había decidido sobre mi vida, que había decidido que yo iba a ser historiador, y lo hizo de una manera tan fina que yo nunca me di cuenta y sólo fue que un día desperté historiador. Yo nunca me pregunté que iba a ser. Las matemáticas no me gustaban, no era tan malo pero no me gustaban, entonces el primer año de universidad había como un tronco común donde había o ciencias o letras; me fui por letras, luego uno tenía que especializarse, dije bueno voy a historia. Y así fue. Pero obviamente fui teleguiado, manipulado por mi padre. No me quejo. Eso lo encontré en sus apuntes”, dice Meyer.

Entre los escritos descubrió cómo un día su padre fue llevándolo para la historia. Estaba en tercero de secundaria y su padre, André Meyer, fue su maestro de historia y geografía, y luego lo fue durante tres años más. Una cosa muy rara que el profesor tuviera a su hijo en su salón.

“En sus apuntes encontré que fue a ver al director y le dijo: ‘Mire, señor director, perdonando, pero la enseñanza de la historia en general en Francia es tan mala que los alumnos, aburridos, aborrecen la historia; entonces, como no quiero que mi hijo aborrezca la historia, lo quiero tener en mi salón’, lo que era una manifestación de orgullo y conciencia de que era un profesor de historia extraordinario, y lo era, todavía tengo amigos de generación que me hablan de las virtudes de mi padre. Entonces a fuerza de que no querer que aborreciera la historia me la hizo querer y es como yo llegué a ser historiador, y con facilidades que él no tuvo”.

Aunque de su madre sólo tenía las cartas que envío a su padre cuando estuvo preso, El libro de mi padre o una suite europea es un libro donde también está su madre, muerta en 2006 y quien los últimos años padeció Alzheimer. “Matías, mi hijo, filmó muchas horas de conversaciones en las que está todo el problema de Alsacia atrapada entre Alemania y Francia en el Alzheimer; en su conversación con Matías dice que ella está en Alsacia o en Estrasburgo, a veces dice que está en Provenza y que jamás volverán a Alsacia”.

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