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A Saner no le deja de sorprender que el renunciar a una prometedora carrera en una agencia de publicidad lo haya llevado a experimentar otras posibilidades en su trayectoria como artista plástico y grafitero. Desde que tenía tres años, Edgar Flores, mejor conocido como Saner —apodo que él mismo adoptó del ingles “más sano”, basado en la irónica idea de “estar sano en un mundo de locos”— encontró en el dibujo un universo encantador que le sigue hechizando y que ahora le da la oportunidad de cumplir otro de sus sueños: publicar su primer libro ilustrado.

“Hay libros que se han editado sobre mi trabajo, pero son recopilación de obras. En este proyecto tengo la oportunidad de contar algo... Es un género con el que he estado involucrado desde pequeño porque, como cualquier niño, siempre me encantaron los libros ilustrados. Y es una inquietud que siempre se quedó ahí, cada que voy a una librería, me detengo en la parte de libros ilustrados para jóvenes y niños”, expresa el artista con esa gran sonrisa que lo caracteriza.

Impulsado por David Morrison, director de Editorial Edelvives, este artista que desde muy temprano comenzó en el mundo underground, pintando grafitis en muros y paredes y que ha logrado llevar su obra a diversas galerías de arte contemporáneo, tanto en México como en el extranjero, se lanzó a crear Kobén. Un viaje dentro del corazón, una historia que explora el temor del ser humano a autojuzgarse y a encontrarse consigo mismo. “Algo que he ido aprendiendo en todos estos años de encuentros con amigos y viajes es que no hay blancos ni negros, sino muchas tonalidades, y que el tema es aceptarte tal como eres”, reflexiona.

El proyecto es también una especie de tributo a su perro Kobén, un ser que llegó a su vida de manera inesperada y que, dice, le ha cambiado la manera de percibir el universo.

“¿A qué le temes cuando te miras en el espejo?”, es una de las preguntas que el artista lanza en las páginas de este colorido volumen que invita a despojarnos de las máscaras que ocultan nuestros miedos y que reta a un viaje de autoexploración interna.

Con este álbum ilustrado, el artista urbano logra trasladar al papel ese imaginario que ha caracterizado su obra en los coloridos muros y paredes que ha intervenido en espacios nacionales e internacionales. A su obra la caracterizan las máscaras de personajes y seres imaginarios con marcadas referencias al mundo prehispánico y al folclor mexicano.

Este proyecto nació justo con ese propósito, relata en entrevista Saner. “David fue quien se acercó a mí y me dijo que le inquietaba llevar algo de mi trabajo muralista a un libro y me pareció interesante”. El interés de David por llevar al papel la obra del grafitero surgió cuando conoció el mural Los Tejedores de Sueños, realizado por Saner y Sego en Coyoacán. Con el tiempo, la obra había comenzado a deteriorarse, por lo que la idea del editor fue ofrecerle la posibilidad de crear una pieza permanente, plasmada en las páginas de un libro que no desaparecerá con ninguna facilidad.

Egresado como diseñador gráfico de la FES Acatlán de la UNAM, Saner se considera un artista interdisciplinario, a quien no le gusta encasillarse en un solo género. Un tiempo experimentó con el grafiti mientras trabajaba en una agencia de publicidad. “Me gusta romper fronteras, de eso se trata mi trabajo; no lo encasillo en algo específico. Por eso estoy haciendo un libro, porque me gusta romper esas limitantes que las personas suelen ponerse”, indica.

“Es bien interesante que después de haber renunciado a tener una carrera en una agencia de publicidad, algo que sonaba prometedor y estable, que esa inestabilidad por la que aposté hace unos años me haya llevado a descubrir infinidad de amigos, de lugares y, sobre todo, darme la oportunidad de experimentar otras formas de hacer mi trabajo. Me siento muy afortunado y el mejor ejemplo es este libro”, añade.

Al mismo tiempo que Saner promocionaba el libro en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, se encontraba en proceso de creación de un gran mural en Santa Fe.

Un mes antes creó un mural en Los Ángeles, donde también participó en una exposición en la Brand Library and Art Center. De intervenir muros en las calles de la Ciudad de México, Saner ha llegado a exhibir su obra en diversas galerías del país, así como en Barcelona, Berlín, Londres, Lyon (Francia), Nueva York y otras ciudades de Estados Unidos. Ya sea en el espacio público, en una galería o museo, sus motivaciones artísticas son las mismas. Señala: “No cambia en nada mi discurso cuando pinto un mural dentro de un museo a cuando lo hago en la calle. Intento que siga teniendo la misma esencia, aunque sé que de alguna manera cambia porque el espacio público es diferente al privado, desde el tipo de personas que asisten, al tipo de comentarios que uno se encuentra. Tener ese abanico de posibilidades lo vuelve enriquecedor y divertido”.

Su incursión en el arte urbano comenzó en los años 90 y aunque reconoce que desarrolló un cierto desapego a las obras que creaba en el espacio público debido a su condición efímera, celebra el giro que en los últimos años ha tenido esta escena del arte, que ha entrado a los museos, al mercado artístico y a la academia. “Me desarrollé en un medio donde el arte era efímero porque cada vez que pintaba grafiti, sabía que las piezas podrían durar poco o mucho y que era un proceso natural, que un día ya no estarían ahí, ya sea porque alguien pintara encima de ellas o que alguien las borrara. Ese desapego lo que ha hecho es imaginar la posibilidad de que todo tiene una caducidad, pero ha cambiado tanto la escena del arte público que se ha empezado a tomar en cuenta incluso la restauración de las obras y en cierto punto no me disgusta, porque muchas personas podrían seguir disfrutando de una obra”, señala.

Una de sus obras ubicada en el Hotel Reforma Avenue, en Donato Guerra, ha despertado el interés de restauradores de la Escuela Nacional de Restauración, Conservación y Museografía para intervenirla y conservarla.

No obstante, considera que el arte urbano tiene una esencia particular: lo efímero que se queda en la memoria y el recuerdo. “Al final, es como la vida de una persona, una persona no se muere hasta que los demás la olvidan, así sucede con los muros. Los murales no se mueren hasta que en realidad han quedado borrados de la memoria colectiva; si alguien los sigue recordando, seguirán vivos”, considera.

Además de la promoción de este libro, el artista realiza actualmente un mural en Santa Fe, “el más grande que he hecho hasta ahora, en dimensiones y en tiempo” y está en proceso de preparación de algunas intervenciones que realizará en paredes de Estados Unidos en 2017.

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