Espía, asesino, sinvergüenza y carismático, Lorenzo Falcó, protagonista de la última creación literaria de , lleva al autor a revivir los claroscuros del ser humano y la violencia, que tan bien conoce tras 20 años como corresponsal de guerra.

"Falcó es un chulo elegante, un tipo amoral, un aventuro sin escrúpulos. Es capaz de torturar y matar, pero también es divertido, simpático, inteligente, elegante. Esa mezcla de luz y sombra, del lado positivo y negativo, caracteriza el personaje", dice en entrevista desde la .

De esta ambivalencia vital nació Lorenzo Falcó, protagonista de una novela de espías situada en la Europa de los años treinta.

Una época de "entre guerras, con el telón de la (1936-1939) de fondo y con espías, fronteras, falsos pasaportes, fascismo, comunismo y totalitarismo" en la que el escritor mueve su personaje.

Una historia alejada de la "vulgaridad" que, considera, representan los relatos de espías actuales, cargados de "ordenadores, drones y pantallas".

Ese lugar y ese tiempo -una España dividida a cuatro meses del levantamiento del 18 de julio de 1936 contra la República- sirven al autor de La reina del sur o El capitán Alatriste para describir ese mundo de "lobos y corderos".

En la novela, Pérez-Reverte (Cartagena, Murcia, 1951) describe a Falcó como ese hombre que divide su guerra en dos bandos: "De una parte está él, y de la otra todos los demás".

"Él es un cazador, un cazador de mujeres, de hombres, de aventura. Un tipo duro, sin escrúpulos para quien la vida es una aventura formidable y su patria es él mismo", agrega.

Para crear al personaje, especialmente su faceta más sanguinaria, Pérez-Reverte hizo uso de sus recuerdos como corresponsal de guerra.

"Tengo una técnica, narrativamente hablando, en la que cuando hablo de violencia, de guerra, de dolor, de muerte, no me lo han contado o no lo he leído o lo he visto en el cine. Durante 20 años fui reportero en países en guerra y lo vi".

Estas experiencias, duras e imborrables, o una "documentación rigurosa", como expresa el autor, le permiten dotar de realismo sus obras: "Yo sé cómo grita la gente durante la tortura, cómo queda la gente cuando la matan y cómo huele la sangre porque vi mucha".

"Falcó" da fe de esta vivacidad al describir, por ejemplo, la pericia del protagonista para acabar a golpe de navaja con dos hombres con quien se topa cuando busca cruzar la frontera que divide el bando falangista del republicano.

"Un novelista es una mirada, una forma de mirar el mundo. Y esa vida que llevé, esa sangre, esa gente y esa guerra (...) me dan una forma de mirar el mundo. No siempre amable, no siempre simpática. A menudo amarga, a menudo lúcida", reflexiona el autor.

Falcó es amoral y, a diferencia de Pérez-Reverte, no tiene "códigos", pero también representa una parte de esta autor que, a sus 65 años, dilucida sus propias verdades sobre el ser humano.

"Al final, lo peor no es la maldad sino la estupidez, porque los malos hacen menos daño que los estúpidos. (...) Hay corderos que no se quieren defender. Y las palabras 'bueno' o 'malo' son ambiguas", opina.

Aunque no lo repitió en entrevista, en una charla con sus lectores este domingo reconoció que los años le han llevado a apreciar, incluso admirar, estos "lobos".

"Y eso es un riesgo con la edad que me da miedo, y es perder la compasión", confesó ante una concurrida audiencia.

Mientras, Pérez-Reverte convierte estas reflexiones internas en aventuras cautivadoras y personajes arrolladores.

Ficciones que siguen fascinando a su variopinto público, que ya ha situado Falcó en la lista de los libros más vendidos y que este domingo, en una nutrida firma de libros, mostraron su admiración hacia este escritor y miembro de la Real Academia Española desde 2003.

Entretanto, el autor ya piensa en la siguiente novela de esta saga de espías: "Disfruté tanto (escribiendo Falcó) que cuando estaba acabando dije: 'Quiero más', y dejé el final abierto para poder seguir escribiendo. Dos o tres novelas más me apetecen mucho", concluye.

nrv

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