Es engañosa la fragilidad de Raúl Zurita. A pesar de su cuerpo menudo y su andar lento, el poeta chileno, autor del célebre Anteparaíso (recién publicado por Almadía), tiene una energía vibrante, luminosa. Es modesto, dice no saber cómo conecta con los escuchas en una velada poética, aunque sabe que el puente lo tiende desde el alma, donde nacieron poemas como los de “La nueva vida”, que escribió en el cielo de Nueva York, el 2 de junio de 1982.

Raúl Zurita (Chile, 1950), que recibió hace unos días en Oaxaca el Homenaje de la Feria Internacional del Libro de Oaxaca, ha emprendido desde la poesía una reflexión profunda de las más altas bondades del ser humano y de sus más grandes maldades. “La poesía permite verse a sí mismo en su necesidad de amor, poder verse en sus sueños, pero también poder verse en toda la capacidad de crimen que tiene uno”.

El autor de la clélebre frase “Ni pena ni miedo” que en 1993 quedó grabada de forma permanente en el desierto de Acatama y sólo puede ser vista desde las alturas, asegura a EL UNIVERSAL que cuando escribe poesía su vida se le va allí toda. “Se me ha ido la vida en eso. No ha sido fácil porque ha sido contra todo, contra mí mismo incluso, y posiblemente sin la poesía podría haber tenido una vida más tranquila, tal vez también más aburrida. Pero claro es muy difícil imaginarme fuera de ella”, señala el poeta que vivió en prisión durante la dictadura chilena y que desea morir sólo después de culminar otro de sus más grandes sueños: “proyectar sobre un acantilado chileno de más de mil metros, 22 frases de su poesía”.

¿Por qué le pedimos el poder de transformar, a la poesía?

Uno quisiera que tuviera un poder, pero la poesía en estos tiempos no puede botar una dictadura, no puede hacer que un tipo como Trump pierda, no puede eliminar los secuestros, la tortura, la explotación de los niños, los bombardeos permanentes, no tiene poder para hacerlo. Pero también si no me mantiene es terrible, de una u otra forma la poesía en el fondo es transformación, transformación de lo que aparentemente no tiene ninguna posibilidad, variable, desconocida, pero sin la poesía no hay ninguna posibilidad de cambio, ninguna posibilidad.

¿La poesía es testimonio de vida?

La poesía es testimonio de que estamos vivos y de que no obstante lo terrible del mundo la vida es muy hermosa, incluso en los momentos más terribles. Hay un libro anterior a Anteparaíso, se llama Purgatorio que parte de que la vida es muy hermosa incluso en esos momentos horribles; si se acabara la poesía significaría que se acabó toda esperanza, y la humanidad sin esperanza desaparece en cinco minutos.

¿La poesía lo salvó a usted?

Me ayudó y también me liquidó, las dos cosas al mismo tiempo, la misma mano que te hunde es la misma mano que te salva, sin la poesía mi vida seguramente sería más complicada y más difícil, pero al mismo es lo que me permitió sobrevivir y no pensar tanto en mí mismo, sino en los demás.

¿Su poesía le da voz a otros?

Así es como yo entiendo la poesía, ahora uno nunca sabe, está muy encima, es demasiado pegado a sí mismo pero para mí es un ejercicio profundo de solidaridad pero sin cinismo, es una idea que no tiene nada que ver con lo políticamente correcto, sino con la desnudez de verse a sí mismo en su necesidad de amor, en sus sueños, pero también poder verse en toda la capacidad de crimen que tiene uno.

Tenemos que ser capaces de indagar en nuestra propia capacidad de crimen y de causar daño, por eso digo que la poesía no es políticamente correcta, es indagar en las zonas más oscuras, más avergonzantes, más criminales que también habitan en uno. Si uno no se da cuenta de esa oscuridad, tampoco te das cuentas de nada.

¿A través de la poesía ha logrado entender la maldad?

Tal vez no entenderlo, pero comprobar que es así y comprobar también que somos capaces de los actos de ternura y de amor más infinitos también. Esos dos abismos se enfrentan permanentemente y hay que poder mirarlos si algún día queremos vivir una vida más plena, si queremos llegar a ser dignos del universo en que nos tocó vivir. Hay que conocer nuestra propia oscuridad, ver qué es lo que impide, cuál es la necesidad que es lo que impide que seamos dignamente felices.

¿Eso lo entendió en prisión?

Lo que hice en prisión fue aprenderme de memoria todos mis poemas, yo andaba trayendo todo lo que había escrito en una carpeta y cuando me encerraron en el barco en altamar me los tiraron al agua, me quedé sin absolutamente nada y en medio de esa precariedad de vivir en un barco con cientos y cientos de personas, me dediqué a recordarlos. No fue un largo periodo pero es como si hubiera vivido toda la vida ahí, era entender esa dimensión del mal, de la oscuridad, era una sensación de muerte absoluta y al mismo tiempo sentirse aferrado a la humanidad de una forma increíble como yo nunca la sentido después.

¿Su amor por Chile es inmenso?

Chile fue el país donde me tocó nacer y donde me tocó vivir, lo quiero pero a veces me cae profundamente mal, a veces no soporto su arribismo, su escitismo, sus desigualdades, esas desigualdades tan comunes a Latinoamérica, hay muchas cosas que detesto pero ¡qué diablos!, pero al mismo tiempo es también una metáfora de todos los países del mundo.

Ha hecho lo que ha querido, ha escrito su poesía en el cielo...

Era un sueño, ahora yo creo que sueños tenemos todos y a todos se nos ocurren un montón de cosas, lo fuerte es hacerlo en lo real. Para hacer el proyecto en Nueva York utilicé cinco aviones, ahora me falta un proyecto, es un proyecto que traigo en los últimos diez año es bien difícil hacerlo, que es escribir unos poemas sobre los acantilados de Chile que solamente se vean desde el mar, sería también como la imagen de mi fin también.

Son 22 frases proyectadas sobre los acantilados de la costa norte de Chile: “Verás un mar de piedras/ verás margaritas en el mar/ verás un dios de hambre/ verás el hambre/ verás un país de sed/ verás cumbres/ verás el mar en las cumbres/ verás esfumados ríos/ verás amores en fuga/ verás montañas en fuga/ verás imborrables erratas/ verás el alba/ verás soldados en el alba/ verás auroras como sangre/ verás borradas flores/ verás flotas alejándose/ verás las nieves del fin/ verás ciudades de agua/ verás cielos en fuga/ verás que se va/ verás no ver/ y llorarás”.

Queremos ver ese poema pero que no llegue su final

La idea es que en la medida que se oscurece las frases se hacen más nítidas y cuando llegue la última frase “y llorarás” ahí se detiene y eso se apaga con el día. Para mí esas son como imágenes de lo que un ser humano ve por su paso por la tierra que son como escenas. Y cuando finalmente se diluya la proyección de luz porque ya es pleno día, cuando eso pase, va a quedar solo el ruido del mar y eso yo lo veo como una imagen de mi propio final.

Es un bello proyecto

Todavía no lo puedo hacer, es tan poco lo que he hecho o es lo máximo que puedo hacer, no he podido hacer más que eso. Lo cierto es que no me he dejado ninguna puerta de salida por si la cosa no resulta. Me tiré a ciegas y en condiciones bastante adversas como tantos escritores, he hecho lo que he podido y lo que he sentido, no presumo que eso sea una gran cosa.

¿Ama mucho la vida?

También amo mucho a mi mujer, siento no haber venido con ella, me hubiera encantado que viera esto, porque yo no puedo ver nada sino está ella, como que me faltan sus ojos. Cuando estamos juntos no hay enfermedad, no hay parálisis, no hay rigidez, no hay nada. Hemos encontrado algo bastante parecido a la felicidad, pero nunca vas a ser completamente feliz en un mundo con gente que sufre tanto.

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