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Guanajuato.—Ignacio Padilla se presentaría ayer en el Museo Iconográfico del Quijote para brindar la conferencia “Por las barbas de Sancho: Semiótica de la pelosidad en la obra de Cervantes”. No fue posible. El pasado 20 de agosto falleció. Pero a la cita del escritor llegaron sus amigos, sus hijos, su padre, su familia y sus compañeros para hablar de su obra y de su pasión por el Quijote y por la obra de Miguel de Cervantes.

Jorge Volpi, director del Festival Internacional Cervantino (FIC), recordó diversas anécdotas sobre el autor perteneciente a la Generación del Crack, por ejemplo, que fue un hombre que gustaba de manejar su automóvil y en los largos recorridos escuchaba Don Quijote en audiolibros. Su acercamiento a la obra fue tan intensa que era capaz de citar de memoria casi cualquier pasaje.

El director del Cervantino recordó también que la presente edición de la “Fiesta del espíritu” contó con la asesoría de Padilla para el programa académico, así como para la edición 26 del Coloquio Internacional Cervantino que este año se llevó a cabo, por primera vez, de manera simultánea al propio Festival que inició el 2 de octubre y concluirá el 23 de octubre.

En la obra de Padilla, dijo Volpi, existe un mundo poblado por una imaginación desbordada. “En su obra era él mismo y hay una enorme coherencia en el mundo imaginativo de Nacho. Era capaz de imaginar y reimaginar, sobre todo, los cuentos infantiles, las leyendas, pero él los recomponía. El estilo de Nacho era absolutamente inconfundible. Hay escritores que muy pronto descubren su voz y la llevan hasta sus últimas consecuencias, y hay escritores que van cambiando de voz conforme cambian de historia. En el primer caso se encuentran autores como Gabriel García Márquez o Juan Rulfo, a quienes leyó desde muy joven y contra quienes se rebeló el resto de su vida. Y Nacho es de los que encontraron su estilo”, dijo.

En este sentido añadió que nadie queda indiferente al estilo de Padilla. “Fue un hombre capaz de convencer a cualquiera de casi cualquier cosa, sobre todo de que ese mundo coherente sí lo era, aunque los demás pensáramos que era un mundo enloquecido. Creo que su peculiaridad estaba en esa capacidad de condensar lo sorprendente y llevarlo a su límite, sobre todo en los textos breves. Me parece que alcanzó la perfección, si es que es posible acercarse a ella, en sus cuentos breves y en sus cuentos para niños, que para él no eran distintos”, indicó Volpi.

Por su parte, el escritor y crítico musical Gerardo Kleinburg señaló que Padilla fue un escritor curioso. “Fue tan insaciable que en muchos casos llegaba a la impertinencia. Nacho escribió y pensó a contracorriente, Nacho fue un curioso fantástico impertinente y creo que le habría gustado que le llamara así”, expresó.

Onofre Sánchez, director del Museo Iconográfico, recordó que era un visitante asiduo a la capital cervantina. “La cercanía con él fue muchos años, intensa, interesante y, sobre todo, cervantina”.

Finalmente, Fernando Iwasaki explicó que fue un hombre que, por encima de todo, disfrutaba hablar de su familia y de sus hijos. “Disfrutaba intensamente hablar de su familia, de sus seres queridos. Vamos a recordar sus libros, las obras, pero también debemos recordar a la persona”.

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