Luis González de Alba nunca ocultó su homosexualidad. En 1975 publicó, junto con junto con la activista y directora teatral Nancy Cárdenas y con el escritor Carlos Monsiváis, el primer manifiesto mexicano en defensa de los derechos homosexuales. El escritor se refería a sí mismo como una persona antrera.

Esa época de su juventud, cuando iba a antros y bares gay de la Zona Rosa, la recordó en una de sus columnas publicada en Nexos, en 2008. Siempre criticó el estado deplorable de muchos de estos lugares. "Al volver a México ya me resultó insoportable la fealdad de Le Baron, el bar gay por el sur, su techo de gallinero y un maltrato inimaginable en estos tiempos, a cargo de los policías judiciales que lo administraban".

De lugares como El Topo recordaba esa clandestinidad que exigían los tiempos en que este tipo de bares eran abiertos y cerrados a diestra y siniestra. Del 9 vino a su memoria su remodelación con pista de baile y cuando, ya a sus 40 años, el escritor se peleó a golpes con un sujeto que criticó el bar del que era entonces dueño: El Taller.

Ese desolado panorama de lugares de diversión para la comunidad homosexual despertó en Luis González de Alba la cosquilla por poner de su parte. A la par de su militancia en los primeros partidos de izquierda de México fundó, junto con un amigo actor de teatro, una modesta sex shop con libros, cock-rings, artículos de piel y tangas. Con la silueta de un vaquero en luz de neón roja nació La Tienda del Vaquero, la cual se extendió luego a La Cantina del Vaquero. Aserrín en el piso, una barra de segunda mano, una tina de baño vieja para orinar, una sinfona rentada y una rueda de carreta rodeada de bancos altos, botas, jeans vaqueros, cero faldas. Era un lugar exclusivo para hombres.

En 1986, el escritor tapatío ambicionaba más: "Yo quería una disco, grande, masculina, ruda". En anuncios de locales en venta encontró un sótano en la calle de Florencia 37, en la Zona Rosa. De un lugar inundado de agua y sin luz eléctrica, con ayuda de dos clientes asiduos a El Vaquero, surgió El Taller: "Ya sin mujeres, promovimos el pantalón vaquero, la camiseta blanca y el quitarse la camiseta al bailar, como se hacía en todo el mundo civilizado".

El Taller cambió la vida nocturna gay de la ciudad. De ambiente masculino, tenía una cabina de DJ, una decoración industrial compuesta por tuercas, tornillas y engranes, espectáculos e inovaciones constantes . Se cuenta que ahí entró Ricky Martin cuando aún era menor. A mediados de los noventa abriría una sucursal en Guadalajara.

En El Taller y El Vaquero también entraron además proyectos socioculturales: pláticas de prevención sexual y atención médica. Ahí surgió la Fundación Mexicana contra el SIDA, la cual sostuvieron ambos bares durante muchos años. Con el paso de las décadas, con la llegada de nuevos bares y una remodelación de la Zona Rosa, El Taller cerró sus puertas en 2013.

Tiempo después reabrió bajo el nombre de El Almacén. Con información de Luis Ramírez

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