La Fiscalía del estado de Jalisco confirmó ayer que la muerte del escritor Luis González de Alba fue un suicidio.

A través de un boletín de prensa, la dependencia informó que el cuerpo del también periodista y líder del movimiento estudiantil de 1968 fue hallado este domingo 2 de octubre recostado sobre una cama y que junto a su mano derecha se localizó un arma de fuego calibre .25, con tres cartuchos útiles. Indicó que debajo del cuerpo, los peritos aseguraron un casquillo de ese mismo calibre.

Según la Fiscalía, la persona que identificó el cuerpo del autor de 72 años de edad fue su hermano José Arturo, quien dijo desconocer las razones por las que el escritor habría fallecido.

Los datos de la autopsia al cuerpo de autor de Los días y los años arrojaron que la causa de su muerte fue una herida por proyectil de arma de fuego que penetró en el tórax.

Ayer, el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses también indicó que el cuerpo del escritor permanecía todavía en la morgue y que no había sido entregado a sus familiares.

En entrevista con la agencia EFE, el periodista e historiador Héctor Aguilar Camín aseveró que González de Alba llevaba bastante tiempo planificando su muerte. En su último artículo periodístico, hablaba de “adivinar el futuro” y, tras aludir al amor de su vida, cerraba el texto con un verso del poema “Muerte sin fin”, de José Gorostiza, que culmina con un: “¡Vámonos al diablo!”. “Es una columna escrita el 4 de agosto y salvaje como tantas de las suyas, hablando en contra del uso del 2 de octubre, despidiéndose de su gran amor perdido y anticipando su reunión con él”, declaró Aguilar Camín, quien conocía a González de Alba desde los años 70.

Añadió que quienes lo conocían sabían que el suicidio estaba presente en su cabeza desde hacía tiempo, que tenía vértigo crónico, una enfermedad hereditaria que había disminuido su autonomía y que era seropositivo. “Tarde o temprano él sabía que ese virus (del Sida) se iba a liberar e iba a matarlo”, contó Aguilar Camín. Agregó que González de Alba —quien hablaba sin tapujos de su vida sexual— se contagió en “unos baños turcos en Estambul”.

Quizás por ello, en sus últimos años, “escribía como un condenado a muerte”, sin miedo, dijo el historiador, quien definió a su amigo como “un personaje único en la vida pública mexicana” y “un homosexual abierto” con una gran “libertad ejercida”.

El también ensayista y divulgador de la ciencia apoyó abiertamente los derechos de los homosexuales y, junto con Carlos Monsiváis y la directora teatral Nancy Cardenás, redactó un manifiesto en 1975.

Redacción, con información de EFE

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