El gran impacto que ha tenido en la cultura universal la obra del escritor Jorge Luis Borges, de cuya muerte se cumplen 30 años este 14 de junio, no hubiera sido posible sin el trabajo por difundirla y custodiarla de la Fundación que lleva su nombre y que preside su viuda, María Kodama.

Kodama “es la primera en respetar y en hacer respetar la obra de Borges y la memoria de él porque, además, es una enorme responsabilidad”, afirma María Adela Renard, integrante de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges e investigadora de su obra desde hace 40 años.

A su juicio, la viuda del escritor ha realizado una “labor incansable” por dar a conocer un legado con el que, además, tiene un vínculo personal pero, sobre todo, por custodiarlo y vigilar que “cada detalle” que se revela sobre el autor sea real, algo que refleja que ha asumido como propio el “gran sentido de la estética y la ética” que tenía Jorge Luis Borges.

La entidad se encarga de difundir el legado de Borges tanto a nivel particular como público mediante jornadas de investigación, publicación de estudios, conciertos e incluso concursos para estudiantes jóvenes, como el de haikus, poemas tradicionales japoneses breves por los que Borges sentía una especial devoción.

La sede de la Fundación se encuentra ubicada junto a la casa donde vivió el autor en Buenos Aires entre 1938 y 1943 y en la que escribió el cuento “Las ruinas circulares”.

La Fundación alberga una biblioteca con primeras ediciones de sus libros y manuscritos, así como una colección de sus bastones, cuadros, talismanes, homenajes y premios, y hasta una recreación del dormitorio de Borges.

Renard cree que se trata de “un referente importantísimo” para la literatura universal y tanto en Argentina como en el resto del mundo goza de gran respeto, admiración y “un interés permanente por seguir leyéndolo”.

Para ella, Borges es como “un aleph”: un círculo en el que “confluyen muchas cosas”. Es por eso que cuando alguien entra en su obra, no vuelve a salir más porque él siempre te “dice algo más”.

La investigadora conoció al escritor a principios de los años 70, cuando atrapada por sus charlas y trabajos, se percató de que no existían análisis didácticos para acercar al público al escritor y a “ese universo tan maravilloso” que le había dado “tanto” a ella.

Ahí comenzó su “emocionante” búsqueda e inmersión en la trayectoria y la personalidad de Jorge Luis Borges, a quien finalmente conoció mientras realizaba una antología suya. Tras mostrársela, el autor le llegó a decir: “¡Caramba! parece que la selección la hubiese hecho yo”. “Fue algo mágico”, admite emocionada.

Renard cree que pese a que estaba constantemente rodeado de gente, siempre se mostró “muy dispuesto”, agradecido y respetuoso con todo el mundo, ya que era una persona muy “humilde”.

Asimismo, Renard destaca el papel que tuvo en aportar una imagen de Buenos Aires con “visión y experiencia”, algo que lo convierte en un “hacedor” de la ciudad que aprovechó todo lo que aportaron sus antepasados para actualizarlo con su aporte personal por medio de la escritura.

Esto “suma a la argentinidad”, asegura Renard antes de hacer hincapié en que “para ser ciudadano del mundo, hay que ser ciudadano de su propia tierra”. Y por eso Borges logró alzarse como un representante de la cultura argentina en todo el mundo.

Por todo ello cree que aunque este martes se cumplan 30 años de la muerte del escritor, esto acaba de empezar, y la Fundación continuará con la difusión de su legado “de todas las maneras posibles” en el marco de “todas las disciplinas” desde las que se le ha investigado, como la ciencia, la filosofía, el arte o la música.

El objetivo es “estar siempre presente”. Como Borges, ese “aleph” que nunca termina de marcharse y que una vez te sumerges en él, es imposible dejar atrás.

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